La Tercera

FIN DE FIESTA

- Felipe Bianchi

más temprano que tarde, rendirían. No eran, desde luego, dos “vende humo”, como los motejó la República de la Ignorancia en su momento. Todo lo contrario: tipos que trabajan bien y mucho, que están al día en conceptos tácticos y, ante todo y por fortuna, que son atrevidos y protagonis­tas… el camino más corto para triunfar en el fútbol y en la vida contra lo que pretenden enseñarnos los millones de timoratos que pueblan este reino.

A veces hay que escuchar, pero a veces el secreto es hacer oídos sordos. Como cuando llegaron Jozic o Borghi a Colo Colo. O Bielsa a la selección. ¿Se acuerda? Tantos que trataron de sepultarlo­s cuando el sistema no funcionaba y tan pocos que notaron lo valioso que había bajo la corteza. Volvió a pasar. Salas no daba pie con bola en la primeras cuatro fechas. 1 a 1 con Cobresal en San Carlos. 1 a 1 con O’Higgins en Rancagua. 1 a 1 con Palestino en San Carlos y derrota ante Wanderers también como locales. Súmele a esto la eliminació­n de la Copa Sudamerica­na y las condicione­s estaban dadas: “Que se vaya, no sabe nada, hasta cuándo”. Feroz analfabeti­smo pelotero. Grosería pura debido a la falta de instrucció­n y la mala lectura. Porque algo no estaba funcionand­o, pero era obvio que la apuesta seguía siendo la correcta. Y para qué le recuerdo el comienzo de Guede con los albos. Lo querían colgar. Burlas, quejas, ofensas. “Que vuelva Sierra, que al menos es chileno”, gritaban los más tontorrone­s. Hoy a todos les parece un muy buen técnico, lo que es penoso y gracioso al mismo tiempo. Pero ante todo demostrati­vo de los elevados niveles de desconocim­iento del medio.

Me tocó, en plena tormenta, defender a ambos en este espacio. Porque veía cosas importante­s y serias para el futuro (como no las veo, ni de cerca, en otros que hoy descansan y flojean en el añejo concepto de la “identidad”). Sigo: hubo que pelearle entonces a los nerviosito­s, a los esclavos del resultado inmediato, a los que ven cada semana el fútbol pero en el fondo no ven nada. Por lo mismo, también me sentí con la distancia suficiente para criticar con fuerza, casualment­e a los mismos dos, cuando decidieron apostar por sus intereses más que por los colectivos al afrontar partidos claves con suplentes y juveniles (¿habrá que repetir una vez más que los principios no dependen de los resultados?). Colo Colo vivió la final de un torneo con menos de cuatro mil personas en las gradas. Y la UC, si se hubiera atrevido, a lo mejor estaría celebrando el año perfecto con cuatro copas en sus vitrinas… lo que alguna vez, alguien, otro, conseguirá.

Pero, bueno, no es momento de volver a eso. Será tema urgente para la ANFP y el propio Consejo, supongo, antes de que se devalúe aún más el producto. Lo que correspond­e ahora es felicitar al campeón, al justo campeón, un equipo de esforzados que supo hacer oídos sordos cuando había que hacerlo y seguir apostando sin matices a sus naves madres: el protagonis­mo y la dinámica.

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