Sin Frontera
Deben haber pensado que no era para tanto o que a última hora la cosa se iba a solucionar. Sin embargo, los responsables del Festival Frontera 2016 se quedaron con las entradas vendidas, los músicos en Santiago y los crespos hechos solo doce horas antes de que comenzara la música en el Club Hípico.
A última hora del pasado viernes 2 de diciembre, la Intendencia de Santiago prohibió la realización de la cuarta edición del festival que este año prometía los shows de Emir Kusturica, Os Paralamas do Sucesso, Mon Laferte y Attaque 77, entre otros 27 grupos y solistas chilenos y extranjeros. Transistor, la empresa encargada del espectáculo, se defendió diciendo que habían tomado incluso más resguardos que en ediciones anteriores mientras que la autoridad replicó que habían sido cuatro los avisos ignorados durante los días previos al certamen.
Uno de los mayores fiascos de la cartelera del último trimestre, no sólo dejó un mal sabor de boca. También abrió el debate sobre la aparente severidad con que se supervisó a un encuentro que, atendiendo a lo visto en sus tres primeras versiones realizadas sin mayor problema en el mismo recinto, ha estado lejos de representar algún peligro para la integridad de los asistentes. Nadie intenta justificar lo de Transistor, que cierra una temporada compleja si consideramos que no ha podido dar continuidad a su Teatro Coliseo, ya inaugurado, pero con más cancelaciones que shows realizados.
Sin embargo, y aunque la Intendencia está en todo su derecho a pedir lo que se le plazca, llama la atención la cantidad de exigencias solicitadas a la productora. Todo en aras del “resguardo a la seguridad de la gente”, cuando es la misma entidad que quizás sometida a presiones más potentes termina por ejemplo autorizando partidos de fútbol, públicamente catalogados de “alto riesgo”, y que representan objetivo peligro para el público asistente con reventas, accesos colapsados, peleas y buses capturados.
Lejos de ser el mejor recinto para ver música en vivo en Santiago, el Club Hípico no ha ofrecido mayor problema para el público cuando ha sido ocupado para Frontera. Y es probable que en eso también haya ayudado que la convocatoria de las ediciones 2013, 2014 y 2015 no superara la barrera de las 40 mil personas, un número, digamos, acotado y manejable para encuentros multitudinarios. De ahí que la suspensión, aunque quizás justificada por la desprolijidad en el trámite, parezca de todos modos un exceso frente al caos permitido en otras instancias de alta convocatoria.