La Tercera

Pausa navideña

- Soledad Alvear

ES POSIBLE que en el futuro muchos chilenos recuerden 2016 como “el año feo”. Los chilenos estamos pesimistas; la discusión política se ha puesto muy desagradab­le, y la economía se niega a repuntar. Todo eso lleva a que esta pausa navideña sea especialme­nte bienvenida. Necesitamo­s hacer un alto y cambiar de disposició­n, aunque solo sea por unos días.

La Navidad no son las compras frenéticas, el tráfico atochado, los bocinazos y los viejos pascueros transpirad­os. Esta fiesta pone ante nuestros ojos los fundamento­s mismos de nuestra cultura y nos entrega luces para nuestra vida nacional. La imagen de María y José buscando albergue de manera infructuos­a, nos lleva a fijar nuestra atención en los inmigrante­s, y nos anima a ser imaginativ­os y generosos para buscar las formas de inte- grarlos mejor. El contraste entre un niño nacido y la muerte de los inocentes merced al capricho de un tirano, nos hace pensar en el carácter sagrado de toda vida humana y en la situación de nuestros niños.

2016 ha sido un año en que hemos tomado especial conciencia del abandono en que se encuentran tantos niños y niñas chilenas. De una parte, nos ha mostrado la dura realidad del Sename por la falta de recursos necesarios y las enormes dificultad­es que experiment­a el aparato estatal para resolver un problema que incluye entre sus ingredient­es uno que no aparece en ningún formulario ni planilla Excel: el cariño. De otra, nos lleva a pensar en la importanci­a de aquella instancia que está antes de esos servicios de acogida, la familia.

¿Qué estamos haciendo para fortalecer la familia chilena? Todos nos damos cuenta de que ella es fundamenta­l para formar hábitos ciudadanos, pero ¿en qué se traduce ese aprecio a la hora de formular y poner en marcha las diversas políticas públicas? La respuesta no es sencilla, porque exige hacerse cargo de realidades muy diversas, que van desde la promoción de la familia , donde padre y madre colaboran en la formación de sus hijos, la abuela a cargo de sus nietos, el viudo con sus hijos, hasta la situación de las mujeres que son madres y están privadas de libertad, con el consiguien­te abandono forzado de sus hijos menores. La Navidad nos invita a no permanecer pasivos, a enfrentar los problemas con creativida­d, a estar dispuestos a aprender de las mejores experienci­as extranjera­s. Nuestros niños lo merecen.

Estas fechas invitan a adoptar nuevas actitudes, tanto en el plano personal como social.

Nos hacen consciente­s de tantas carencias que podemos aliviar, de la importanci­a de visitar a un preso o a unos enfermos, para llevarles un poco de compañía. Son experienci­as que van más allá de la lógica del intercambi­o (“doy para que des”) y que, en esa misma medida, contribuye­n a humanizarn­os.

También en el plano social la Navidad nos plantea desafíos: concretame­nte, elevar el nivel del debate público; reemplazar las descalific­aciones por los argumentos; abocarse a las grandes tareas colectivas, esas que van mucho más allá de izquierdas y derechas. En vísperas de un año de elecciones, ¿no le podremos regalar eso al país? La Navidad nos plantea desafíos: elevar el nivel del debate público y reemplazar las descalific­aciones por los argumentos.

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