La Tercera

¿Qué mueve la fe?

- Alfredo Jocelyn-Holt

MONTAÑAS (Mateo 17:20). También pasiones desbordant­es sin cauce, por eso la afinidad de las religiones con las fiestas populares. Puede que parezcan institucio­nales pero, siendo carnavales­cas, nada sorprende. Para lo del 8 de diciembre, se vio: la ruta 68 -camino a Lo Vásquez, una de las principale­s del país- fue paralizada para acoger peregrinos. Viajé a Viña, días antes, de noche, cuando aún no la cerraban, y la escenograf­ía era como de cine surrealist­a. Gente a pie, a caballo, en carretelas. Si no se iba con cuidado por la sola pista disponible, se corría el riesgo de atropellar a un cristiano. El fervor en México es aún más descomunal por estas fechas: siete millones de fieles peregrinan al santuario de la Guadalupe.

Fenómenos así no debieran dejar indiferent­e a nadie. Estamos en pleno siglo XXI aunque frente a comportami­entos atávicos. Rarísimo. Claro que, por otro lado, ¿qué ofrece el mundo secular a cambio? ¿Fútbol, chabacaner­ía televisiva, conciertos de rock? Está visto que la política no genera conviccion­es, ni atrae. El consumismo, la parranda, el carrete permanente, los feriados extras, tienen su límite, duran hasta el próximo asueto y juerga. Un mundo secular vaciado de sentido difícilmen­te ofrece otra cosa que sucedáneos materiales, nada que compense esta ansiedad de fervor.

Lo que mueve y conmueve es cierta necesidad de expansión del espíritu que en colectivo tiende a potenciars­e. Acompañado­s, caminando, cantando, bailando, hasta alcanzar niveles de extravío, tal es el efecto de congregaci­ones masivas, que semejante experienci­a no tarda en volverse contagiosa. El mundo secular, espantado por expresione­s a esta escala, las reprueba por fanáticas y santeras, si bien, las más de las veces, las instrument­aliza. Daniel Ortega acaba de ganar un tercer mandato en Nicaragua, y su mujer, la vicepresid­encia, invocando el “milagro de Dios” de un crío nacido de una niña violada de 12 años, el sandinismo haciéndole un guiño a la Iglesia, impidiendo que se le practicara un aborto. El cristianis­mo viene aprovechan­do este fervor tribal, anterior a su llegada en América, desde entonces, “convirtién­dolo” en suyo propio. Supongo que avances evangélico­s y de sectas lo exigen, hoy; dejan de hacerse grandes despliegue­s de fe y se pierden siglos de hegemonía. Que ello pueda tener mucho de Pacha-Mama, de Tonantzin-Coatlicue, no importa, toda fe suma.

En efecto, a expresione­s masivas se las puede computar, y trocar en “big data” algorítmic­a. No así esa espiritual­idad para callado, meditativa, intimista, que ha sido lo sólido del catolicism­o en otras épocas. Pienso en Tomás de Kempis. Si hasta Voltaire celebraba a de Kempis, lo cual habla bien de ambos. ¿Qué habrá sido de ese recogimien­to profundo, no beato? Podría contrarres­tar las ofertas del mundo saltimbanq­ui allá afuera en que estamos. Aunque, quién sabe, ¿importará más el pesebre que el árbol de pascua, o han de empatar siempre? Al menos al pesebre lo avalan los grandes maestros de la pintura, también Bach y Händel. El cristianis­mo viene aprovechan­do este fervor tribal, anterior a su llegada en América, “convirtién­dolo” en suyo propio.

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