¿Qué mueve la fe?
MONTAÑAS (Mateo 17:20). También pasiones desbordantes sin cauce, por eso la afinidad de las religiones con las fiestas populares. Puede que parezcan institucionales pero, siendo carnavalescas, nada sorprende. Para lo del 8 de diciembre, se vio: la ruta 68 -camino a Lo Vásquez, una de las principales del país- fue paralizada para acoger peregrinos. Viajé a Viña, días antes, de noche, cuando aún no la cerraban, y la escenografía era como de cine surrealista. Gente a pie, a caballo, en carretelas. Si no se iba con cuidado por la sola pista disponible, se corría el riesgo de atropellar a un cristiano. El fervor en México es aún más descomunal por estas fechas: siete millones de fieles peregrinan al santuario de la Guadalupe.
Fenómenos así no debieran dejar indiferente a nadie. Estamos en pleno siglo XXI aunque frente a comportamientos atávicos. Rarísimo. Claro que, por otro lado, ¿qué ofrece el mundo secular a cambio? ¿Fútbol, chabacanería televisiva, conciertos de rock? Está visto que la política no genera convicciones, ni atrae. El consumismo, la parranda, el carrete permanente, los feriados extras, tienen su límite, duran hasta el próximo asueto y juerga. Un mundo secular vaciado de sentido difícilmente ofrece otra cosa que sucedáneos materiales, nada que compense esta ansiedad de fervor.
Lo que mueve y conmueve es cierta necesidad de expansión del espíritu que en colectivo tiende a potenciarse. Acompañados, caminando, cantando, bailando, hasta alcanzar niveles de extravío, tal es el efecto de congregaciones masivas, que semejante experiencia no tarda en volverse contagiosa. El mundo secular, espantado por expresiones a esta escala, las reprueba por fanáticas y santeras, si bien, las más de las veces, las instrumentaliza. Daniel Ortega acaba de ganar un tercer mandato en Nicaragua, y su mujer, la vicepresidencia, invocando el “milagro de Dios” de un crío nacido de una niña violada de 12 años, el sandinismo haciéndole un guiño a la Iglesia, impidiendo que se le practicara un aborto. El cristianismo viene aprovechando este fervor tribal, anterior a su llegada en América, desde entonces, “convirtiéndolo” en suyo propio. Supongo que avances evangélicos y de sectas lo exigen, hoy; dejan de hacerse grandes despliegues de fe y se pierden siglos de hegemonía. Que ello pueda tener mucho de Pacha-Mama, de Tonantzin-Coatlicue, no importa, toda fe suma.
En efecto, a expresiones masivas se las puede computar, y trocar en “big data” algorítmica. No así esa espiritualidad para callado, meditativa, intimista, que ha sido lo sólido del catolicismo en otras épocas. Pienso en Tomás de Kempis. Si hasta Voltaire celebraba a de Kempis, lo cual habla bien de ambos. ¿Qué habrá sido de ese recogimiento profundo, no beato? Podría contrarrestar las ofertas del mundo saltimbanqui allá afuera en que estamos. Aunque, quién sabe, ¿importará más el pesebre que el árbol de pascua, o han de empatar siempre? Al menos al pesebre lo avalan los grandes maestros de la pintura, también Bach y Händel. El cristianismo viene aprovechando este fervor tribal, anterior a su llegada en América, “convirtiéndolo” en suyo propio.