La Tercera

Venezuela al borde del abismo La reciente crisis desatada por el retiro de los billetes de 100 bolívares no solo mostró la impericia técnica de los responsabl­es de la economía; también reveló que el país está cada vez más cerca de un colapso total.

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EN LUGAR de contribuir hacia la búsqueda de una solución a la profunda crisis política y social que vive Venezuela, las decisiones del gobierno venezolano no hacen más que acercar cada vez más al país hacia el colapso. La última medida anunciada por el presidente Nicolás Maduro el 11 de diciembre pasado, tras denunciar una maniobra contrarrev­olucionari­a y retirar de circulació­n el billete de 100 bolívares –el de mayor denominaci­ón hasta ese momentoes un claro ejemplo de ello.

La decisión adoptada a solo días de las fiestas de fin de año, como una supuesta estrategia para combatir la alta inflación, generó una inmediata reacción de protestas en el país, que derivó finalmente en saqueos en diez estados y la muerte de al menos tres personas por armas de fuego en Ciudad Bolívar. Finalmente la demora en la llegada de los nuevos billetes de 500 bolívares que reemplazar­án a los de 100 obligó a extender la validez de estos últimos hasta el 2 de enero.

El episodio da cuenta no solo de la impericia técnica y profesiona­l de los encargados de manejar la economía del país sudamerica­no, que han llevado a Venezuela a enfrentar una inflación de más de 500% y una caída del PIB cercana al 10% en 2016, sino también de la preocupant­e desconexió­n del gobierno con la realidad. El billete de 100 bolívares –equivalent­e a solo una fracción de dólar- representa más de la mitad de todo el circulante existente en el país, por lo que su retiro hacía prever el caos que evidenteme­nte generó. Además, la alta inflación del país obliga a los venezolano­s a circular con grandes fajos de billetes de 100 bolívares para poder comprar cualquier producto básico. Por ello aún no hay consenso entre los venezolano­s para explicar por qué el mandatario decidió someter a la población a ese nivel de estrés justo en momentos en que las tensiones con la oposición habían aumentado a causa del virtual fracaso del diálogo.

En respuesta a la crisis, Maduro reiteró su manido discurso sobre el “boicot internacio­nal” y acusó a Estados Unidos de estar detrás de la crítica situación generada tras el retiro de los billetes -“yo lo llamo la venganza de Obama”, dijo en su tradiciona­l mensaje televisado- y denunció la supuesta extracción de 3.000 millones de ejemplares a países como Colombia, Alemania e incluso Ucrania. Pero lo cierto es que la situación volvió a dejar en evidencia el delicado momento que vive el país y que parece acercarlo cada vez más un estallido social difícil de contener. Los sucesos de los últimos días fueron una suerte de llamada de alerta sobre las consecuenc­ias que puede enfrentar Venezuela si no se actúa pronto y se abre definitiva­mente la puerta a cambios profundos. La región debe entender, como evidenció la reciente crisis, que el colapso de ese país tendrá repercusio­nes no solo para la población venezolana sino también para todos los países vecinos.

Por ello, avalar como lo hizo el secretario general de Unasur, Ernesto Samper, en entrevista a este diario la supuesta campaña económica internacio­nal contra Venezuela o no mostrar el sentido de urgencia que requiere la actual situación, en nada contribuye a avanzar en la búsqueda de una pronta salida a la crisis y el establecim­iento de un claro cronograma electoral. Más aún cuando ese organismo ha sido uno de los mediadores en el estancado diálogo entre gobierno y oposición.

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