¿HAGÁMONOS CARGO?
Es simple. Si, otra vez, de nuevo, religiosamente, al terminar el año los clubes chilenos que podían elegir y tenían la necesidad de hacerlo miraron primero hacia afuera para definir quién llegaba a sus bancas, es porque algo pasa con los entrenadores locales. Nada bueno, desde luego. Hace rato. Es triste, pero es verdad. ¿Podría usted nombrar a tres técnicos chilenos (salvo Pellegrini, que es un excepción en todo sentido, una isla autogenerada) que sean valorados a nivel internacional, que hayan hecho un recorrido largo por distintos clubes en América o Europa, que hayan creado algo parecido a una escuela, que sean conocidos por los hinchas universales o, aún más fácil, que estén actualmente trabajando en medios competitivos? No podría… porque no existen. No hay tres. No hay dos.
Para hablar de técnicos chilenos exitosos hay que remitirse al torneo nacional y punto. A la zona de confort, al barrio conocido, a la patria chica. Alguno que promete, otro que levantó el nivel opaco de un cuadro de provincia, un par que ganaron el título del mediocre torneo local… y luego fracasaron rapidito en los torneos internacionales. Esa es la realidad. Y taparla con un dedo no ayudará en nada a progresar. El tema es por qué pasa esto. Por qué cuando vivimos el mejor momento internacional de los jugadores chilenos no existe un correlato desde los entrenadores... y los PF.
Lo obvio -y simplistasería decir que el chileno es especial y “valora lo extranjero más que lo propio”, lo que resulta a todas luces risible tomando en cuenta las múltiples evidencias de que en este reino ocurre justamente lo contrario. Todos conocemos las barreras de defensa, los sindicatos del chauvinismo, el desprecio tapado o abierto y el temor permanente al inmigrante entre tanto tontorrón que puebla la comarca.
Pero incluso lo invito a liberarnos de esa mirada, que también puede tener algo de prejuicio. Lo más cercano a la realidad es que, producto de nuestra historia, el chileno normal, promedio, sano, suele ser bastante justo: más que mirar el pasaporte, recibe bien a quien aporta y desprecia lueguito al flojo, al fresco, al vende humo… sea chileno o extranjero.
En esos moldes, no resulta muy inteligente pensar que los dirigentes de los clubes nacionales prefieren mirar afuera por dogma, moda, siutiquería o por ahorro (de hecho los que vienen suelen ser más caros). Hay que juntar datos: ¿cuántas veces ha escuchado el último tiempo a un dirigente local diciendo “nos sorprendió, al reunirnos con fulano, el plan presentado, el conocimiento enorme del medio local y de nuestro club, lo estudioso, obsesivo, moderno y profesional que parece”? ¿Varias, no? Claro que el 95% de ellas fue tras juntarse con un técnico extranjero. ¿De cuántos chilenos podría decir lo mismo hoy un dirigente brasileño, argentino, uruguayo o colombiano?
Las respuesta es obvia. Nos hemos ido quedando atrás, evidentemente, en materia de técnicos, de guías. Mejoró la mano de obra, mejoró la infraestructura, mejoraron los ingresos… pero no los profesores. Y la industria, el mercado o como quiera llamarlo, lo lee y lo nota hace rato. Hay algunos que rompen la norma, pero el promedio, pese al paso de los años, aún no puede competir de igual a igual con los que llegan. ¿Culpa de quién? Hay varios factores. Pero lo que es seguro es que, para detectarlos y atacarlos, en nada ayuda seguir creyendo que se trata sólo de un asunto de idiosincrasia, de falta de cariño por lo propio. Esa disculpa barata, boba, es el primer paso, y el principal alimento, para que nada cambie al respecto. Y eso sí que sería terrible.