La Tercera

¿HAGÁMONOS CARGO?

- Felipe Bianchi Leiton

Es simple. Si, otra vez, de nuevo, religiosam­ente, al terminar el año los clubes chilenos que podían elegir y tenían la necesidad de hacerlo miraron primero hacia afuera para definir quién llegaba a sus bancas, es porque algo pasa con los entrenador­es locales. Nada bueno, desde luego. Hace rato. Es triste, pero es verdad. ¿Podría usted nombrar a tres técnicos chilenos (salvo Pellegrini, que es un excepción en todo sentido, una isla autogenera­da) que sean valorados a nivel internacio­nal, que hayan hecho un recorrido largo por distintos clubes en América o Europa, que hayan creado algo parecido a una escuela, que sean conocidos por los hinchas universale­s o, aún más fácil, que estén actualment­e trabajando en medios competitiv­os? No podría… porque no existen. No hay tres. No hay dos.

Para hablar de técnicos chilenos exitosos hay que remitirse al torneo nacional y punto. A la zona de confort, al barrio conocido, a la patria chica. Alguno que promete, otro que levantó el nivel opaco de un cuadro de provincia, un par que ganaron el título del mediocre torneo local… y luego fracasaron rapidito en los torneos internacio­nales. Esa es la realidad. Y taparla con un dedo no ayudará en nada a progresar. El tema es por qué pasa esto. Por qué cuando vivimos el mejor momento internacio­nal de los jugadores chilenos no existe un correlato desde los entrenador­es... y los PF.

Lo obvio -y simplistas­ería decir que el chileno es especial y “valora lo extranjero más que lo propio”, lo que resulta a todas luces risible tomando en cuenta las múltiples evidencias de que en este reino ocurre justamente lo contrario. Todos conocemos las barreras de defensa, los sindicatos del chauvinism­o, el desprecio tapado o abierto y el temor permanente al inmigrante entre tanto tontorrón que puebla la comarca.

Pero incluso lo invito a liberarnos de esa mirada, que también puede tener algo de prejuicio. Lo más cercano a la realidad es que, producto de nuestra historia, el chileno normal, promedio, sano, suele ser bastante justo: más que mirar el pasaporte, recibe bien a quien aporta y desprecia lueguito al flojo, al fresco, al vende humo… sea chileno o extranjero.

En esos moldes, no resulta muy inteligent­e pensar que los dirigentes de los clubes nacionales prefieren mirar afuera por dogma, moda, siutiquerí­a o por ahorro (de hecho los que vienen suelen ser más caros). Hay que juntar datos: ¿cuántas veces ha escuchado el último tiempo a un dirigente local diciendo “nos sorprendió, al reunirnos con fulano, el plan presentado, el conocimien­to enorme del medio local y de nuestro club, lo estudioso, obsesivo, moderno y profesiona­l que parece”? ¿Varias, no? Claro que el 95% de ellas fue tras juntarse con un técnico extranjero. ¿De cuántos chilenos podría decir lo mismo hoy un dirigente brasileño, argentino, uruguayo o colombiano?

Las respuesta es obvia. Nos hemos ido quedando atrás, evidenteme­nte, en materia de técnicos, de guías. Mejoró la mano de obra, mejoró la infraestru­ctura, mejoraron los ingresos… pero no los profesores. Y la industria, el mercado o como quiera llamarlo, lo lee y lo nota hace rato. Hay algunos que rompen la norma, pero el promedio, pese al paso de los años, aún no puede competir de igual a igual con los que llegan. ¿Culpa de quién? Hay varios factores. Pero lo que es seguro es que, para detectarlo­s y atacarlos, en nada ayuda seguir creyendo que se trata sólo de un asunto de idiosincra­sia, de falta de cariño por lo propio. Esa disculpa barata, boba, es el primer paso, y el principal alimento, para que nada cambie al respecto. Y eso sí que sería terrible.

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