ABUELITO DIME TU
Eric Cartman, el pequeño villano de South park, ha intentado eliminar a los hippies sin éxito. No soporta sus monsergas anti corporativas, la rancia oposición al sistema bajo volutas canábicas y el rock ácido auto indulgente. Cartman, de seguro, no traga a Neil Young. El legendario rockero canadiense, a estas alturas un referente compartido también por Estados Unidos como si fuera uno de los suyos, es un artista comprometido, discursivo, en esa vieja escuela de los 60 que hoy asoma con aire un tanto decrépito. No es lo que se dice sino cómo. En Peace trail, álbum grabado en solo cuatro días, con la mayoría de los temas capturados en apenas un par de tomas, persiste esa sensación confusa entre urgencia y desprolijidad.
A los 71 años Neil Young atraviesa un periodo productivo y diverso. Desde 2014 ha publicado cuatro álbumes, incluyendo una obra ambiciosa como Storytone con grandes arreglos orquestales, un disco enmarcado en la baja fidelidad -A letter home-, y The Monsanto years, un dardo a las transnacionales. Esta vez trabajó con el baterista Jim Keltner y Paul Bushnell al bajo. El primero es una verdadera leyenda como sesionista. Entre decenas de las más grandes estrellas del último medio siglo colaboró con la carrera solista de cada Beatle excepto McCartney. El segundo impresionó a Young mientras grababa para un colega en común. El conjunto opera sobre material que parece embrionario, a veces descuidado. My new robot, la última del álbum, termina abruptamente retratando a un viejo cascarrabias que no le gusta cómo marcha el mundo moderno, bajo un relato romántico flojísimo que termina sin mucho sentido hablando de un robot comprado en Amazon. En Can’t stop working explica con resultados contraproducentes su actual ánimo de alta productividad - “es malo para el cuerpo, pero es bueno para el alma”- mediante una pieza chata que se interrumpe con una guitarra electrificada a tope.
Hay cortes donde lo más interesante proviene de la fluidez e inventiva de Jim Keltner. Aunque históricamente apreciado por su sobriedad, es tanto el espacio que dejan estas canciones sencillas hasta la ramplonería que se encarga de rellenar sin caer en excesos, lo que no hace más que resaltar su buen gusto. Es un lujo en Indian givers y Texas rangers. Pero un disco de un solista de pluma reconocida y guitarra incendiaria no se puede sostener en la batería. “Estoy perdido en esta nueva generación, parece que me dejó atrás”, canta en My pledge con hálito de inconformismo refunfuñón propio de un abuelo que no se siente a gusto.
Neil Young
En este disco, grabado en sólo cuatro días, persiste esa sensación confusa entre urgencia y
desprolijidad.