ADIÓS A LA EMOCIÓN
La sociedad dispone hoy con ofertas mayores que la política, la religión y otras manifestaciones. Hay una multiplicidad en constante movimiento y el que lleva el pandero es el deporte, sobre todo el más popular del mundo, que es el fútbol.
Se habla que el fútbol es una entretención, los menos filosofan que es un bálsamo para el espíritu, otros con el labio torcido dicen que es una mafia y muchos que es comercio a secas. Gianni Infantino lo dijo sin miramientos, sin asco, al hueso: “este formato ampliado, incrementará el interés deportivo”.
¿El interés de quiénes? Les abre las puertas de par en par a Pedro, Juan y Diego. A federaciones huérfanas de competitividad y fútbol decadente, a selecciones débiles, a jugadores mediocres, a agencias de viajes, al turismo de los países organizadores, a los políticos de turno. O sea, negocio.
48 selecciones y 80 partidos. Es bueno el cilantro pero no tanto.
Maradona en su habitual y burdo populismo dijo: “Me parece una idea fantástica”. Trezeguet replica: “Les da posibilidad a países y jugadores que nunca han vivenciado estos torneos”. ¿Que diría el Quico del Chavo del Ocho? “Chusma, chusma”.
¿Dónde están los méritos para asistir a un Mundial? Será como esas fiestas invitados por Facebook, entra cualquiera, una piscola basta.
Cumplí mi sueño en ir al Mundial de Alemania 1974 porque sabía que allí se reunían los mejores países y jugadores del planeta.
Adiós a la emoción y festejos de la Plaza Italia. Al General Baquedano se le borrará la sonrisa el estar tan solo, al caballo ni pensar, triste y meditabundo como los equinos de La Vega.
Cuando hablamos de formación, de repente nos encontramos ante el problema de la existencia de los dos modos de acción que a menudo se excluyen entre sí: el primero, orientado hacia la élite, que cuenta con el ejemplo del campeón para motivar la práctica de los demás, y el segundo, que espera, que espera y espera que la escuela y los clubes sean capaces de forjar las bases sólidas desde las que surgirán los deportistas.