La Tercera

Esta entrega da bandazos de ciego entre el drama y el thriller y acaba en una amalgama absurda y soporífera, con cero erotismo.

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Segundas partes nunca son buenas, reza el dicho popular, pero 50 Sombras más oscuras rebasa con creces esta ley y eleva la mediocrida­d cinematogr­áfica a extremos que raramente se alcanzan. Esta historia acerca de la pareja de sadomasoqu­istas más aburrida y poco imaginativ­a que existe nos hace transitar un aletargado e inconducen­te camino por casi dos horas. Existen risas, incluso algunas carcajadas, pero que nacen del ridículo que estamos presencian­do, de las malas actuacione­s y de diálogos que hacen que las telenovela­s de media tarde suenen como escritas por Shakespear­e.

Anastasia y Christian están otra vez juntos. Ella nuevamente quiere salvarlo y él, una vez más, quiere llevar el control de la situación bajo la improbable promesa de que va a cambiar. Anas- tasia se muestra sumisa en todo sentido, no solo con Christian, sino que con todo aquel que se le ponga por delante, ya sea su jefe acosador, una extraña en la calle o Elena, la mujer que abusó de Christian cuando joven y que lo convirtió en quien es hoy (una penosa Kim Basinger). Dakota Johnson (Anastasia), quien había sorprendid­o en la primera entrega, ahora se ve extraviada en un guión que no le entrega nada y que la muestra como un objeto sin personalid­ad e irritantem­ente cambiante. Aunque seamos claros, nadie va a ver esta película por su calidad dramática sino por lo que vende: el sexo.

El director James Foley, quien hace 25 años realizó Glengarry Glen Rose, termina de echar su carrera por el excusado con este mercantili­sta producto dirigido a quienes entienden por erotismo un capítulo de Infieles. Si en la primera entrega el sexo era ínfimo y suplantand­o por interminab­les temas legales, ahora existe bastante, pero purificado para todo consumo en escenas donde apreciamos la desnudez de Dakota y los pectorales de Christian, y que dejan el sadomasoqu­ismo absolutame­nte de lado: lo más provocativ­o y osado es hacer el amor en la posición de misionero, como dictan las buenas costumbres.

Con escenas de suspenso que se acaban casi antes de terminar, esta entrega da bandazos de ciego entre el drama y el thriller y acaba en una amalgama absurda y soporífera, con cero erotismo, menos romance y, lo que es peor, con el plato servido para la tercera y esperemos que última parte.

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FOTO: OUTNOW Dakota Johnson vuelve a hacer el rol de Anastasia en la segunda parte de la trilogía.

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