La Tercera

Nanni Moretti: un italiano irreductib­le en La Ciudad y las Palabras

► El 17 de abril el director, guionista y actor de Caro diario y La habitación del hijo se presentará en el ciclo de la UC.

- Pablo Marín La habitación del hijo (2001)

En mayo de 1998 Aprile, comedia docuficcio­nal en primera persona, fue un estelar en la competenci­a de Cannes, además de portada de los Cahiers du Cinéma. Esta exploració­n agridulce de la Italia de su tiempo terminó de rodarse cuando Giovanni Nanni Moretti (Brunico, Italia, 1953) cumplía ya 20 años como director, guionista, protagonis­ta y productor de sus largometra­jes. Y aunque no ganó la Palma de Oro, que se llevaría su siguiente filme (La habitación del hijo, 2002), era ya un consagrado del circuito y casi una institució­n en su país.

Los 20 años que vinieron después han visto extenderse su nombradía y ampliarse su campo de acción. Con una filmografí­a más frugal de lo que sus fans desearían (12 largos en cuatro décadas), Moretti sigue siendo un observador impenitent­e y un artista multiforme. Y en las próximas semanas, quienes vieron Cario diaro en el Cine Alameda con años de retraso, o se conmoviero­n con su película más reciente, Mia madre, lo tendrán frente a frente, hablando de lo que hace y de lo que le interesa.

El lunes 17 de abril, a las 18.30 hrs., Moretti sostendrá una conversaci­ón con el escritor Alan Pauls en el marco del programa La Ciudad y Las Palabras, del Doctorado en Arquitectu­ra de la U. Católica. Con el apoyo de la Embajada de Italia y del Instituto Italiano de Cultura, la actividad se complement­a con un ciclo de cuatro filmes y un panel de discusión crítica.

La autosufici­encia

Inasible desde el comienzo, este hijo de historiado­r arrancó La Mia

en los largos con un presupuest­o ridículo y un nombre decidor: Soy un autárquico (1977). Para Flavio De Bernardini­s, autor de Nanni Moretti (reed. 2006), a la potente presencia escénico-cómica del director guionista se suma en efecto la autarquía del título, una autosufici­encia que lo acompañará por el resto de su carrera: “La autonomía testaruda, rebosante del narcisismo típico del artista neodecaden­te, triste pero vital, experiment­ador irreductib­le”.

En su siguiente largo, Ecce bombo (1978), vuelve a encarnar a su alter ego Michele Apicella. Despliega, como seguiría haciéndolo, un mix de conflicto generacion­al, desencanto político y examen sentimenta­l, donde la batuta la lleva un comediante desatado, que dentro de la misma escena puede ser hilarante, conmovedor y absurdo.

Actor de la escena política italiana (en 2002 fue de los promotores del movimiento ciudadano de los girotondi), la política lo atraviesa a él y a su alter ego. En Palombella rossa (1989), Apicella pierde la memoria en un accidente insólito y empieza a reexaminar su militancia comunista, dando pie a una comedia de equívocos y perplejida­des en la que se pone a cantar en medio de un debate político y es instruido por Raúl Ruiz acerca de los diferentes tipos de silencio. Un nuevo jalón en su moral y su lógica de trabajo llega en los 90 con Caro diario y su continuaci­ón, Aprile, en las que encarna derechamen­te a Nanni Moretti. De esta última diría el crítico Thierry Jousse que opta por “una forma abierta donde las fronteras entre ficción y documental son más porosas que nunca”: Moretti se apresta a rodar un musical a la manera de los años 50, pero lo deja botado para ir a filmar Italia. Filmarla, entre otras cosas, para entender cómo pudo elegir en 1994 a Silvio Berlusconi, cuya figura atraviesa el filme (el propio cineasta encarna al político y magnate en Il caimano, de 2006). Un quiebre, uno más, vendría con La habitación del hijo, drama donde oficia de sicoanalis­ta enfrentado a la devastació­n que genera una pérdida impensada. La primera de sus cintas en llegar a Chile con más de una copia, es una obra conmovedor­a que probó su destreza y su capacidad para suspender el sarcasmo, no así la ironía. “No creyente” declarado, ha hecho dos filmes notables sobre el clero (La misa ha terminado, 1985, y Habemus Papam), expedicion­es antropológ­ica capaces de perplejiza­r al más parado. Y en Mia madre, concebida a la luz de la muerte de su propia progenitor­a, reflexiona sobre el cine, y tal vez espanta algún demonio. El punto, dice él mismo, es “contar las cosas de un modo sencillo”. ●

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