Nanni Moretti: un italiano irreductible en La Ciudad y las Palabras
► El 17 de abril el director, guionista y actor de Caro diario y La habitación del hijo se presentará en el ciclo de la UC.
En mayo de 1998 Aprile, comedia docuficcional en primera persona, fue un estelar en la competencia de Cannes, además de portada de los Cahiers du Cinéma. Esta exploración agridulce de la Italia de su tiempo terminó de rodarse cuando Giovanni Nanni Moretti (Brunico, Italia, 1953) cumplía ya 20 años como director, guionista, protagonista y productor de sus largometrajes. Y aunque no ganó la Palma de Oro, que se llevaría su siguiente filme (La habitación del hijo, 2002), era ya un consagrado del circuito y casi una institución en su país.
Los 20 años que vinieron después han visto extenderse su nombradía y ampliarse su campo de acción. Con una filmografía más frugal de lo que sus fans desearían (12 largos en cuatro décadas), Moretti sigue siendo un observador impenitente y un artista multiforme. Y en las próximas semanas, quienes vieron Cario diaro en el Cine Alameda con años de retraso, o se conmovieron con su película más reciente, Mia madre, lo tendrán frente a frente, hablando de lo que hace y de lo que le interesa.
El lunes 17 de abril, a las 18.30 hrs., Moretti sostendrá una conversación con el escritor Alan Pauls en el marco del programa La Ciudad y Las Palabras, del Doctorado en Arquitectura de la U. Católica. Con el apoyo de la Embajada de Italia y del Instituto Italiano de Cultura, la actividad se complementa con un ciclo de cuatro filmes y un panel de discusión crítica.
La autosuficiencia
Inasible desde el comienzo, este hijo de historiador arrancó La Mia
en los largos con un presupuesto ridículo y un nombre decidor: Soy un autárquico (1977). Para Flavio De Bernardinis, autor de Nanni Moretti (reed. 2006), a la potente presencia escénico-cómica del director guionista se suma en efecto la autarquía del título, una autosuficiencia que lo acompañará por el resto de su carrera: “La autonomía testaruda, rebosante del narcisismo típico del artista neodecadente, triste pero vital, experimentador irreductible”.
En su siguiente largo, Ecce bombo (1978), vuelve a encarnar a su alter ego Michele Apicella. Despliega, como seguiría haciéndolo, un mix de conflicto generacional, desencanto político y examen sentimental, donde la batuta la lleva un comediante desatado, que dentro de la misma escena puede ser hilarante, conmovedor y absurdo.
Actor de la escena política italiana (en 2002 fue de los promotores del movimiento ciudadano de los girotondi), la política lo atraviesa a él y a su alter ego. En Palombella rossa (1989), Apicella pierde la memoria en un accidente insólito y empieza a reexaminar su militancia comunista, dando pie a una comedia de equívocos y perplejidades en la que se pone a cantar en medio de un debate político y es instruido por Raúl Ruiz acerca de los diferentes tipos de silencio. Un nuevo jalón en su moral y su lógica de trabajo llega en los 90 con Caro diario y su continuación, Aprile, en las que encarna derechamente a Nanni Moretti. De esta última diría el crítico Thierry Jousse que opta por “una forma abierta donde las fronteras entre ficción y documental son más porosas que nunca”: Moretti se apresta a rodar un musical a la manera de los años 50, pero lo deja botado para ir a filmar Italia. Filmarla, entre otras cosas, para entender cómo pudo elegir en 1994 a Silvio Berlusconi, cuya figura atraviesa el filme (el propio cineasta encarna al político y magnate en Il caimano, de 2006). Un quiebre, uno más, vendría con La habitación del hijo, drama donde oficia de sicoanalista enfrentado a la devastación que genera una pérdida impensada. La primera de sus cintas en llegar a Chile con más de una copia, es una obra conmovedora que probó su destreza y su capacidad para suspender el sarcasmo, no así la ironía. “No creyente” declarado, ha hecho dos filmes notables sobre el clero (La misa ha terminado, 1985, y Habemus Papam), expediciones antropológica capaces de perplejizar al más parado. Y en Mia madre, concebida a la luz de la muerte de su propia progenitora, reflexiona sobre el cine, y tal vez espanta algún demonio. El punto, dice él mismo, es “contar las cosas de un modo sencillo”. ●