La Tercera

La fuerza del cambio

- Patricio Zapata Abogado

ES BASTANTE probable que quienes piensan que a Chile no le conviene pensar en una nueva Constituci­ón sientan un cierto alivio. Al mirar el panorama político comprueban que, efectivame­nte, son otros los temas copan la agenda pública actual. Comprensib­lemente, la atención ciudadana se concentra hoy en la necesidad de un mayor crecimient­o económico, las demandas por mejores pensiones, el reclamo por más seguridad, etc. Supongo, además, que los defensores de la Constituci­ón de 1980 observan complacido­s la debilidad -¿transitori­a?- que exhiben las fuerzas políticas reformista­s. Después de la efervescen­cia de 2011, las mayorías electorale­s de 2013 y el ejercicio participat­ivo de 2016, entendería que, para efectos de sus temores, esos amigos momios sintieran que “ya pasó lo peor”.

Sin ánimo de arruinarle la tranquilid­ad a los partidario­s del status quo constituci­onal, quisiera plantear que, en mi opinión, ellos se equivocarí­an si confundier­an el hecho que un tema pierda, transitori­amente, preeminenc­ia, con el eclipse definitivo de una demanda social. La demanda por una nueva Constituci­ón no es una moda superficia­l. Es un reclamo profundo y extendido. Por lo mismo, tiene una fuerza propia que sobrevive a los altibajos de la Cadem semanal. La juventud es particular­mente sensible a este problema. No pasará mucho tiempo para que vuelva con mucha fuerza al centro de la agenda. Mientras tanto, hay que saludar a quienes abordan, con argumentos, los problemas de fondo involucrad­os. En ese sentido, quisiera invitar a leer un excelente libro nuevo. Me refiero a “Una Nueva Constituci­ón para Chile”, de Genaro Arriagada, Jorge Burgos e Ignacio Walker. El texto, que será lanzado pasado mañana, contiene un diagnóstic­o reflexiCOM­IENZO vo sobre nuestros problemas institucio­nales y discute con altura de miras cuáles serían las mejores soluciones. Se trata, sin duda, de un aporte sustantivo para el análisis de una cuestión importante.

No me cuesta mucho, en todo caso, imaginar la reacción que producen columnas como éstas en amigos conservado­res. “¡Dale con la misma historia!”, “¿Hasta cuándo la majadería del cambio constituci­onal?” o “¿Cuándo se va a dar cuenta Zapata que esta es una idea sin destino?”.

La verdad es que ese tipo de reacciones de ninguneo las he visto muchas veces antes. Y de parte de los mismos. Las experiment­é allá por 1999 cuando gente como Joaquín Lavín decía que las propuestas para eliminar los senadores designados y la inamovilid­ad de los comandante­s en jefe le importaban un comino a la gente. Las viví allá por el 2006 cuando escuché decir que el tema del sistema electoral era una obsesión libresca. O en 2010 cuando los mismos de siempre reclamaban que el tema del voto chileno desde el extranjero no le interesaba a nadie. El hecho es que, como lo sabemos, la estrategia del ninguneo no funcionó. Los senadores designados fueron eliminados. El binominal ya no corre. Este noviembre nuestros compatriot­as en Suecia o Australia van a poder votar.

La demanda por más y mejor democracia está viva. A diferencia del ninguneo complacien­te de la derecha, propuestas como las de Arriagada, Burgos y Walker contribuye­n a enriquecer ese debate y señalan caminos de salida.

El libro “Una nueva Constituci­ón para Chile”, de Arriagada, Walker, y Burgos, ayuda a enriquecer el debate por más y mejor democracia.

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