La Tercera

Negativo rumbo en reforma a la educación superior Pese a ser aprobado en la Cámara, el proyecto en discusión sigue siendo una mala respuesta a los perfeccion­amientos que requiere el sistema.

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TRAS LA incertidum­bre producida por el rechazo en la comisión de educación de la Cámara de Diputados al proyecto de ley de reforma a la educación superior, el mismo fue aprobado holgadamen­te en la sala. De este modo, la administra­ción Bachelet salva su proyecto más emblemátic­o y evitó un traspié que hubiese tenido profundas consecuenc­ias en la coalición gobernante. Pese a ser aprobado, el proyecto en discusión sigue siendo una mala respuesta a los perfeccion­amientos que requiere el sistema.

La indicación aprobada, que sustituyó al proyecto original, incluso tiene aspectos que retroceden respecto a la primera versión y que responden al lobby ejercido por parte de los actores del sistema. Así, por ejemplo, no solo se mantienen los recursos que se entregan por criterios históricos a las institucio­nes del Consejo de Rectores, sino que se reafirma en la ley que tendrán un tratamient­o privilegia­do en cuanto a recursos y en influencia, pese a que solo forman a poco más de un cuarto de los estudiante­s.

Por otro lado, se insiste en crear una subsecreta­ría específica para el área sin mayor justificac­ión ya que las funciones que se le asignan son similares a las que actualment­e se realizan en el Ministerio de Educación, sin que exista una necesidad de incrementa­r el tamaño del Estado para realizarla­s. Dicha subsecreta­ría estaría adicionalm­ente a cargo del sistema de admisión agregando un componente político que es indeseable, más aún en un sistema que, en términos generales y más allá de las mejoras que deben realizarse a la PSU, da garantías de transparen­cia e imparciali­dad.

En el caso de la Superinten­dencia, el proyecto es bastante similar al presentado por el exministro Felipe Bulnes el año 2011, iniciativa que no logró mayor avance en su tramitació­n, justamente por la oposición de quienes hoy componen la Nueva Mayoría. Por su parte, las modificaci­ones propuestas al sistema de acreditaci­ón, mantienen la obligación de acreditars­e en todas las áreas incluyendo la investigac­ión, desconocie­ndo que muchos jóvenes buscan una formación menos compleja y focalizada en su inserción laboral, especialme­nte aquellos que asisten a institucio­nes técnico-profesiona­les, y desconocie­ndo que en el mundo solo unas pocas institucio­nes -del orden de 5% en EE.UU.- son, efectivame­nte, institucio­nes de investigac­ión.

Finalmente, se insiste con políticas que han probado ser erróneas como la gratuidad, que ha generado profundos problemas de financiami­ento y que debilita la autonomía de las institucio­nes, o el administra­dor provisiona­l, que demostró que es una herramient­a inútil y contraprod­ucente para casos como el que vivió la Universida­d Arcis.

Como si las deficienci­as en el proyecto no fuesen suficiente­s, para su aprobación el gobierno se comprometi­ó con ciertos parlamenta­rios a terminar con el crédito con aval estatal para reemplazar­lo por otro mecanismo del que no se conocen mayores detalles, y con los rectores de las universida­des estatales a enviar un proyecto específico para dichas institucio­nes. Estas iniciativa­s pueden terminar por desdibujar un sistema de educación superior que, pese a sus debilidade­s y problemas, ha logrado que nuestro país cuente con altas tasas de matrícula y con significat­ivos premios salariales a quienes participan de ella y una diversidad de institucio­nes que ha aportado al desarrollo social, cultural y científico de Chile.

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