MOSA PROMETE
En este abril en la cornisa del calendario, una ventolera agitó el bosque de Blanco y Negro. En momentos confusos, este casi centenario roble cambió de color. Inesperado como un terremoto blanco, donde el ganado no tiene dónde comer. Según Vial y cía todo permanecía estable. Lo cierto es que la tierra también se mueve. Rota en su eje y también palpita y corcovea desde las profundidades. Y el piso se le movió hasta caer de bruces con su Káiser y estantería completa.
Todo entró en caos. Mosa increpó a los suyos y buscó aliados en los otros, a los que nunca quiso cerca, menos hombro con hombro como en las más rebeldes revoluciones. Retrocedió en sus convicciones ideológicas. Se enjuagó de sus doctrinas ancestrales para mantener el nuevo poder impoluto. Casi protegido por una paloma de Picasso.
Promete una gran depuración. Y no es posible sin encontrar la suciedad, sin desnudar las carnes de los seres humanos con los que hizo colleras, brindis y se jactó como un rey paseando hinchado por los jardines versallescos del Monumental.
Él, que nunca reconoce los emprendimientos colaborativos ni menos los esfuerzos comunes, hoy debe ser parte obligada en el desfile de los marginados. Los desatendidos le han hecho prometer algo impensado, compartir el poder de turno. ¿Fue una jugada maestra? El tiempo lo dirá.
No sé qué va a ocurrir, las promesas no son promesas hasta que no se cumplen. Se mantendrá estos cinco años como un dron, pero las miradas estarán fijas desde la tierra por el pueblo colocolino. Esta visión amplia develará las turbiedades e inconsistencias inaceptables.
El Club Social y Deportivo Colo Colo quiere abrir puertas y ventanas y extraer la toxicidad imperante. Ojalá. No más alertas ambientales de arreglines, de consumir y no producir. Ojalá. No más arbitrariedades. No más indiferencias. No más ingenuidades. Ojalá. Sí más construcción humana en una mirada global. Hay otros modos de concebir el trabajo. La alegría ya viene… Ojalá.