Venezuela y retiro de la OEA
EL PASADO miércoles Venezuela anunció su retiro de la Organización de Estados Americanos (OEA). La determinación se da luego de que ese organismo decidiera convocar a una reunión de cancilleres para abordar la crisis venezolana y las crecientes protestas de la oposición, que en casi un mes dejan al menos 29 muertos y más de 400 heridos.
La decisión llega en mal momento. No solo debilita la capacidad de presión de ese organismo regional sobre el país sudamericano sino que deja en evidencia que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, no acatará ninguna de las medidas impuestas por la OEA. Si bien Luis Almagro, el secretario general del organismo, ha hecho uso de los instrumentos con que cuenta para defender los principios democráticos e intentar una salida a la crisis de Venezuela, las acciones no han sido suficientes y llegaron en forma tardía. Si la OEA hubiese actuado antes de que la crisis llegara a los niveles actuales con la misma decisión que ha mostrado desde el arribo del actual secretario general, el escenario probablemente sería distinto.
La decisión de Venezuela aparece como una estrategia política de Maduro para descomprimir la creciente presión que enfrenta desde el exterior. Esto porque la salida efectiva de ese país tomará dos años y requiere del aval de la Asamblea Nacional, hoy controlada por la oposición. Además, para lograr la desvinculación definitiva, Venezuela tiene que saldar cualquier pago pendiente con el organismo y su deuda hasta diciembre de 2016 era de más de US$ 8 millones, lo que se ve difícil dado el complejo escenario económico de ese país.
Con todo, la comunidad internacional y los países miembros de la OEA deben dar una señal potente y avanzar hacia la aplicación de la Carta Democrática; de lo contrario, el órgano regional perderá cada vez mayor influencia. La región requiere urgentemente que esta instancia multilateral permita hacer frente de manera real y en forma conjunta a la crisis de Venezuela.