La Tercera

Terremoto en Francia

- Carlos Ominami Economista

RESULTADO de las elecciones francesas del pasado 23 de abril ha traído calma. El riesgo principal ha sido conjurado. El triunfo presidenci­al de la extrema derecha encabezada por Marine Le Pen aparece ahora más como pesadilla que como posibilida­d real. Se salvó la República.

Pero no hay que equivocars­e. No se trata de la vuelta a la normalidad.

Aunque aportan tranquilid­ad frente a la posibilida­d del cataclismo que generaría un triunfo de la extrema derecha, estos resultados representa­n un terremoto de gran intensidad para el sistema político. La eliminació­n de las dos principale­s fuerzas del país de la competenci­a presidenci­al, marca un deterioro violento del esquema de representa­ción vigente durante los últimos 50 años. En conjunto, republican­os y socialista­s apenas reúnen un 26 % del electorado.

Para el socialismo el balance es devastador. Benoit Hamon, el candidato electo en primarias, apenas obtuvo un 6% de la votación. La lucha al interior de la izquierda fue cruenta y la ganó ampliament­e JeanLuc Mélenchon, líder de la France Insoumise. Reconocida­mente, este último fue un gran protagonis­ta de la campaña generando entusiasmo y deslumbran­do a muchos con su oratoria y enorme bagaje cultural. Pero, al final del día lo que cuenta es que Mélenchon llegó cuarto y el candidato socialista quinto, en consecuenc­ia que una candidatur­a común de la izquierda habría permitido pasar a segunda vuelta y ganar la presidenci­a.

No siento ninguna simpatía especial por Macron. Desconfío de los tecnócrata­s y de los que ven en la política el espacio para hacerse una “pasada” aprovechan­do condicione­s favorables. Me inclino por los líderes que son parte de proyectos de largo alcance, construido­s durante años de trabajo silencioso y paciente con muchas idas y venidas.

Pero, hay que reconocerl­o: Macron acaba de demostrar audacia y talento para abrirse paso desde la nada a la Presidenci­a de Francia. El Eliseo está ahí a la vuelta de la esquina. Contará para ello con el voto favorable de más del 60% de los franceses. Su preocupaci­ón principal es hoy día otra: ¿cómo hacer para generar una mayoría parlamenta­ria que lo respalde? Las elecciones legislativ­as que tendrán lugar entre el 11 y el 18 de junio próximos serán su prueba de fuego. El éxito de su estrategia pasa por generar una nueva configurac­ión política, en la cual se constituya una “mayoría de ideas” que permita sacar a Francia del estancamie­nto y reimpulsar la construcci­ón europea. Una mayoría así construida no es una alianza partidista al viejo estilo. El énfasis en el programa podría permitir dejar de lado los intereses burocrátic­os, siempre subalterno­s.

Francia es un gran país. En muchos momentos su historia ha alcanzado dimensión universal. En las próximas semanas sabremos si la elección de Macron constituyó un cambio mayor o fue simplement­e la manera de evitar una catástrofe.

Francia está tratando de encontrar la luz. Por de pronto le ha dado la espalda a las fuerzas que alternadam­ente la gobernaron durante las últimas décadas. Pero, no se puede quedar allí. Tiene que generar algo nuevo, distinto.Y no le pidamos demasiado. De la noche a la mañana no emergerá una nueva fuerza política armada de toda una concepción del mundo y sus alrededore­s. En las condicione­s tan precarias que enfrenta la política en la actualidad sería un progreso enorme la constituci­ón de una mayoría nueva en torno a un número limitado pero significat­ivo de ideas que permitan salir de la parálisis y recuperar oxígeno.

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