La Tercera

NO LES CREA

- Felipe Bianchi Leiton Periodista

Mantengo hace mucho tiempo una idea fija, acaso majadera, que hasta aquí no ha recibido contraste alguno desde la cancha. Ni en chilito ni en las europas ni en el lejano oriente. Una tesis que, seamos francos, no ha sido trizada ni un poquitito desde el frío imperio de las estadístic­as. Todo lo contrario: el tiempo y las porfiadas circunstan­cias han confirmado, una y otra vez, que ya encontrado un sistema de juego y una alineación base exitosa, mientras más mano se le meta a ese equipo de fútbol, mientras más se tolere la tonterita de la dosificaci­ón y el cambio táctico, peores serán los resultados.

Dicho de otro modo, no se ha inventado nada mejor en el fútbol, ningún camino más rápido al éxito, que un estilo de juego y una alineación lo más regular posible. Una mecanizaci­ón que lleve, ojalá, a jugar casi de memoria y tener buena parte de la carga prevista de antemano. O, como le gustaba decir a Bielsa, “predetermi­nada”. No hay, en la historia antigua y actual, ningún gran equipo de fútbol del cual uno no pueda recitar de memoria su formación base y su pizarra. Al revés: hasta aquí jamás se ha visto triunfar a un plantel lleno de fórmulas distintas. Nunca.

Sin embargo, producto de quizás qué temor atávico, de qué necesidad moderna inventada por teóricos de poco peso, algo ha pasado en el último tiempo que ha hecho que muchos técnicos, inoculados por una suerte de virus, hayan caído en la tentación de cambiar y cambiar sus formacione­s base creyendo que algo bueno puede salir de eso, que es posible cambiar ya arriba del escenario. Error garrafal.

He visto desarmarse a los mejores equipos de mi generación por el uso de esa droga. Qué lesera. Resulta aberrante que en torneos cortitos como el chileno, de mínima exigencia física y una carga externa también muy baja, siga siendo una opción válida jugar con dos equipos. Ya veces más. Vamos rotando laterales, centrales, volantes, delanteros. Hasta arqueros. ¿Resultado inmediato? El volumen de juego, individual y colectivo, se resiente. Obvio.

¿Qué necesidad real tenía Colo Colo de variar posiciones y fórmulas cuando mejor estaba jugando? Ninguna. Pero lo hizo y así le fue. ¿Qué necesidad tenía Chile de cambiar el sistema Sampaoli con la llegada de Pizzi? Ninguno. Y si el rosarino no hubiera reparado a tiempo el error inicial, quizás ni siquiera hubiese avanzado a segunda fase en la Copa Centenario. ¿Qué necesidad real tiene el comandante Salas de jugar con unos el torneo local y con otros la Libertador­es? Ninguna, salvo esa burrada instalada en la cabeza de los cuerpos técnicos del “ya nos leyeron, así que hay que variar”. Pamplinas. La UC bicampeona venía en picada a punta de modificaci­ones hasta que volvió a hacer lo de siempre, hasta que retomó su identidad. Y levantó vuelo otra vez. Pero ahora se confundió en la Copa. ¿Por qué? porque jugar con dos equipos siempre será un problema. Corporativ­o, físico, mental.

¿Qué le pasó a la U con Hoyos? Todo lo contrario: dejó de probar, de poner nervioso a todo el mundo, de rotar jugadores y fórmulas. Aceitó un camino, preparó un sistema, eligió un puñado de nombres, los motivó a full y jugó igual semana a semana. ¿Resultado? Salió de la zona de descenso, sumó muchas fechas sin perder y hasta se encaramó a la pelea por el título.

Mire, esto es como esa vieja publicidad: que no le vengan con cuentos, no escuche a cualquiera, no crea leseras. En el fútbol, y en cualquier deporte de conjunto, si se encuentra una fórmula y un camino exitoso, no hay nada mejor y más sabio que mantenerlo. Un buen rato. ¿Pero eso dura? Mucho. A veces décadas.

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