Ricardo Arjona: Realismo mágico
Las canciones pop rock con forma de power ballad son lejos las más sólidas y se instalan entre lo más consistente de su última década.
I. Como Cerati, Arjona estudió publicidad. Como Mon Laferte, tocó en bares y calles de una capital lejana, en su caso Buenos Aires, y así se abrió paso construyendo una de las carreras más impresionantes del pop hispanoamericano. Como Bon Jovi es a Bruce Springsteen, Arjona es a Silvio Rodríguez, mientras en el firmamento del pop en español equivale a lo que Isabel Allende representa en la literatura.
II. Arjona se levanta de un estudio en CNN porque no han escuchado su último disco Circo soledad y se enoja con razón. Al mismo tiempo esquiva la magnífica oportunidad de revelar qué se siente provocar pasión y desprecio, desencajado ante la interrogante. Arjona es exitosísimo y conquistadas esas alturas -lo mismo ocurría con Cerati-, la disidencia apenas se tolera.
III. Arjona prometió a través de la App de Circo soledad que sería su mejor título. Otros datos promocionales advirtieron sobre lecturas sociológicas, que Arjona suele trabajar con resabios de realismo mágico. En el último tema que da nombre al disco, pieza orquestada de aire solemne, es más explícito y habla de “bufones como plagas en la tele”, “elefantes dirigiendo ministerios”, “el alma muere si eres marioneta”. El resto tiene que ver con las temáticas románticas de siempre.
IV. Aunque registrado en Londres, Nueva York, Miami, Nashville, Guatemala, Los Ángeles y Colombia, Arjona asegura que las ciudades no tienen protagonismo. Curioso. Como sea, Circo soledad exuda clase mundial. Con sonido extraordinario, se desplaza canchero entre pop rock, ritmos caribeños, mexicanos y elegantes toques sinfónicos. No son secciones colmadas de notas para fingir sensibilidad y
Ricardo Arjona clase, como antaño pasaba con clarinetes y violines.
V. Las letras persisten en las paradojas, su fórmula favorita: “Yo quise la verdad tú la mentira, lujo y pesadilla, quien tiene dignidad no se arrodilla” (El que olvida); “La que busca a Superman termina con un pendejo” (Porque puedo); “Caminar con los ojos en el piso y perder lo que no habías encontrado” (Vivir). Entre otros recursos arjonísticos infaltables, la canción dedicada al amor tarifado (Señorita), y la historia haciendo rimas hasta por si acaso, como pasa en Remiendo al corazón: “Dividió los platos y hasta el ajedrez, fotos y zapatos sin que hubiese un juez, cambió cerradura, lo bloqueó en el Face”.
VI. Las canciones pop rock con forma de power ballad son lejos las más sólidas, y se instalan entre lo más consistente de la última década, incluyendo El que olvida, Remiendo al corazón y Vivir, grandilocuentes y aceitadas con la imagen de tipo con experiencia que gusta proyectar. Los cortes inclinados hacia el cliché de lo latino como Sixto Pérez (link al insufrible álbum Galería Caribe) y ritmos de fusión - Dime tú, Hasta que la muerte los separe-, son menos afortunados pero tampoco desentonan en un disco que no es el mejor de la carrera de Ricardo Arjona -sus primeros títulos ganaron ese espacio-, pero si confirma un talento expuesto con mayor mesura y gusto.