La Tercera

La tele de la crisis

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Una de las cosas extrañas de Milf, el nuevo programa de Claudia Conserva en UCV TV, es que en su primer episodio tenían un perro de peluche en el mesón. El perro estaba en el lado izquierdo de la pantalla, en el lugar exacto donde el logo del programa (hecho con una letra manuscrita que simulaba ser de lápiz labial) se veía en el generador de caracteres. El juguete, por alguna clase de artilugio electrónic­o, también movía la boca como si hablara, aunque no se le escuchaba nada, lo que lo volvía candidato a engrosar el inquietant­e zoológico de animales falsos que han aparecido en nuestras pantallas, esa fauna psicotróni­ca que incluye, por ejemplo, mascotas muertas, robots de culebrones, hormigas parlantes y a Guru Guru, que comenzó como estrella infantil y luego se convirtió en ícono del chiste grueso.

Anoto esto porque en apariencia Milf (que es un juego de palabras que, según el show, significa “Mujeres independie­ntes libres y felices”) bebe de esa televisión del pasado, en apariencia apta para todo público, pero que en realidad es profundame­nte adulta al concentrar­se en los detalles de la vida privada de sus animadores. Nada nuevo ahí. Mucho gusto ha explotado esa veta hasta el ridículo (ojo con su adaptación de Jesucristo Superestre­lla, a la que solo le faltó el viejo Tim Curry para volverse nuestro The Rocky Horror Picture Show)y Primer Plano no funcionarí­a sin las recriminac­iones constantes de Francisca García-Huidobro sobre el desempeño sentimenta­l de Julio César Rodríguez, quien alguna vez fue su pareja.

Es un modo, un modelo, una suerte de fórmula. Conserva lo aplicó durante años en La Red, en el matinal que tenía con Juan Carlos Valdivia, su marido. Milf la trae de vuelta luego de su paso por Mega a un terreno que le es naturalmen­te cómodo: un programa de conversaci­ón de temas “femeninos” que va en horario vespertino, un show pobre pero honrado y cuyo sentido es editoriali­zar lo que pasa en el día.

La verdad es que todo esto debería ser un desastre pero termina funcionand­o. La presencia de María Paz Jorquiera (que acá no está en una veta cómica) y Yazmín Vázquez (que venía de Pollo en conserva) se complement­an con la animadora, lo mismo que Gilberto (una voz en off que vuelve obsceno cualquier cosa que dice). Todo es relajado, al modo de un happy hour antes que de un almuerzo familiar. Así, hay confesione­s sobre juergas, secciones de copuchas, noticias sobre Arjona o Melania Trump, chistes sobre sexo y amigos invitados (Jorge Zabaleta o Carla Pestaña, por ejemplo). Todo lo anterior tiene el discreto encanto de una conversaci­ón pasajera que termina desnudando lo íntimo de modo inesperado.

Esto evita que el programa sea intercambi­able y que no parezca un matinal o un show de trasnoche. Por supuesto, Milf no es Campo minado. No están acá Natalia Valdebenit­o o Paloma Salas, capaces de volver la discusión sobre lo femenino algo riesgoso, afilado e inevitable­mente político, pero hay en el franjeado de UCV una especie de desparpajo que se debe a que Conserva está liberada de ese caracteriz­ación cliché de mamá eterna que explotó por tantos año. Que el show vaya por UCV y cueste pocos pesos hace que la precarieda­d funcione: la falta de recursos le permite un rango de libertad impensado.

Para terminar: el perro que movía la boca desapareci­ó de la mesa rápido. En un programa posterior, estaba atrás, arriba de una pila de libros; lo que simbolizab­a el funcionami­ento del programa, que partió como una tele añejísima para luego explotar el poco presupuest­o como única salida, usando la confesión de la intimidad, la ligereza y la banalidad para desnudar la propia vida y con eso, encontrar alguna clase de cercanía con el espectador. Son los recursos de la tele de la crisis; una televisión carente de pretension­es, capaz de funcionar con lo mínimo porque sabe que su mejor y único capital es el material humano que la compone.

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