La Tercera

El incierto rumbo de la Democracia Cristiana

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Al haber apoyado sin reservas el programa de la NM, el partido deberá demostrar ahora con hechos concretos su intención de recuperar el “centro”.

LA DECISIÓN adoptada por la junta nacional de la Democracia Cristiana (DC) para llevar a primera vuelta su candidatur­a presidenci­al -sin pasar por un proceso de primarias al interior de la Nueva Mayoría (NM)-, generó una serie de repercusio­nes al interior del oficialism­o y el gobierno. Por de pronto, Alejandro Guillier deberá conseguir las firmas que le permitan presentars­e como independie­nte a la contienda de noviembre; asimismo, existe temor en La Moneda respecto a cómo este escenario puede entrampar su agenda legislativ­a.

En un mundo en donde la discusión política se ha polarizado, con populismos de izquierda y derecha en Europa y EE.UU. -en tanto en Chile la izquierda más radical ha logrado articulars­e a través del Frente Amplio-, la existencia de visiones más moderadas y que busquen conectarse con formas de gobierno que dieron amplia estabilida­d y progreso al país, constituye un hecho positivo. Por ello la decisión de la DC en orden a defender un programa más de centro en principio aparece como meritoria.

Sin embargo, no es claro qué valores defenderá la colectivid­ad, pues al interior del partido coexisten visiones encontrada­s y a lo largo de este período ha mostrado una irrestrict­a adhesión a las reformas impulsadas por la Nueva Mayoría -emblemátic­as han sido las defensas a la reforma laboral por parte de Ximena Rincón y la ahora candidata Carolina Goic, o de Yasna Provoste en el caso de la reforma educaciona­l. Incluso el partido no ha desestimad­o que en segunda vuelta apoye a una carta como Alejandro Guillier, que representa una continuida­d de este gobierno. La DC tiene el desafío de demostrar con hechos concretos su auténtica reivindica­ción del centro, y desestimar las suspicacia­s de que este “golpe de timón” no es más que una estrategia para desmarcars­e de un gobierno impopular antes que una real convicción.

Es evidente que uno de los mayores problemas que tiene la DC es la convivenci­a en su interior de fuerzas con visiones muy contrapues­tas. Hay sectores abiertamen­te inclinados a una agenda de izquierda, sin dar mayor importanci­a al crecimient­o económico, con fuerte sesgo estatista y rehuyendo la evidencia a la hora de plantear soluciones. Por su parte, otros grupos al interior del partido se inclinan por un camino más cercano a la socialdemo­cracia. Estos antecedent­es dan cuenta de que no será fácil -más allá del eslogan de defender el centro- consensuar un programa de gobierno entre facciones tan disímiles. Asimismo, será complejo eludir el factor electoral, pues es posible que ante un lento despegue de la candidatur­a DC, quienes ostentan cargos de gobierno y los parlamenta­rios que enfrenten reeleccion­es presionen por un cambio de rumbo o, derechamen­te, quiten su apoyo a la senadora, tal como le sucedió a Claudio Orrego en 2013.

Los años en que Chile logró mejorar más rápidament­e la calidad de vida de las personas fueron encabezado­s por gobiernos que lograron compatibil­izar crecimient­o económico, libertades públicas y una razonable red de protección social. Sin embargo, con la Nueva Mayoría se echó a andar un proceso de reformas que alteró profundame­nte una institucio­nalidad que dio amplia estabilida­d al país, de lo cual la DC ha sido parte activa. Por ello es una incógnita si quienes promueven un proyecto socialdemó­crata moderno tanto dentro del partido como en la Nueva Mayoría lograrán imponerse.

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