Como usted y yo bien sabemos las precampañas no existen. Tampoco los Martelli ni los paseos en yate por la bahía de Manhattan.
ESTO SÍ que es cómico. Como todos sabemos, cada campaña electoral viene acompañada por los clásicos reclamos de la oposición (cualquiera que sea) por el intervencionismo del gobierno de turno y el uso de la tribuna y recursos que supone estar al mando del aparato estatal. Pero lo realmente nuevo es que ahora esas quejas provengan de integrantes de la propia alianza oficialista.
Tal cual. Así se lo hicieron saber al ministro del Interior, luego de que algunos miembros del gobierno participaran con entusiasmo en la proclamación de la candidata DC. Hay que fijar “nuevas reglas de juego”, dijo el presidente del PPD, dejando en evidencia la crisis terminal por la que atraviesa lo que alguna vez tuvo la desfachatez de autodenominarse como Nueva Mayoría.
Más divertido aún es que el reclamo de intervencionismo esté enfocado en el discurso de proclamación que efectuó el intendente Orrego, el mismo que apenas bordeó los 190 mil votos en la elección primaria de 2013. ¡Le hicieron el día a Orrego! Ahora sus palabras son un riesgo para la candidatura de Guillier, que baja en las encuestas tal como perdía puntos de rating antes de migrar de la tele a la política.
Todo esto ocurre, en todo caso, en una realidad que no existe más allá de su imaginación. Porque como usted y yo bien sabemos, las precampañas no existen. Tampoco los Martelli ni los paseos en yate por la bahía de Manhattan. Las damas y los caballeros que circulan ante su pantalla con cartel de precandidato no están intentando captar su atención ni mucho menos su futuro voto. Que su mente no lo engañe.
Estos precandidatos recorren Chile, organizan mítines, cuentan con personal de apoyo y distribuyen pancartas gracias a la generosidad y los ahorros de ellos mismos, porque –como ya sabemosno existiendo la precampaña tampoco hay fondos para cubrir estos gastos ni donaciones ni maletines.
No vaya a suponer que los senadores y diputados con cartel de candidatos en etapa de no precampaña recurren a sus dietas y asignaciones parlamentarias para fines electorales. No sea tan mal pensado como para asumir que Piñera utiliza los más de 10 millones de pesos mensuales de dieta vitalicia y otros aportes para trabajar por su campaña. Sencillamente, porque no está pasando y punto.