La Tercera

El vals de los novios

- José Ramón Valente Economista

CHILE SE juega mucho en las próximas elecciones presidenci­ales y parlamenta­rias. ¿Vamos a elegir un gobierno que devuelva a nuestro país a la senda de progreso que experiment­ó entre mediados de los años 80 y el 2013? ¿O vamos a elegir un gobierno que continúe y eventualme­nte profundice las reformas refundacio­nales de la Nueva Mayoría y nos mantenga en un camino de mediocrida­d y estancamie­nto? En otras palabras, ¿cuál es el paréntesis de la historia de Chile: los 30 años previos al actual gobierno o los cuatro años del gobierno de Michelle Bachelet?

Los chilenos, según las encuestas de opinión, parecen tener una clara preferenci­a, entre 70% y 80%, por retomar el camino de los 30 años previos a este gobierno. Sin embargo, la oferta de candidatos no conversa con dichas preferenci­as. Gran parte de los par- tidos de izquierda apoya a Alejandro Guillier, un candidato de continuida­d de la Nueva Mayoría, y el resto a los candidatos del Frente Amplio, que son como una retroexcav­adora en esteroides. Esto solo hace aún más interesant­es las próximas elecciones. ¿Veremos una manifestac­ión clara de las preferenci­as de los chilenos? ¿O la fuerza de la tradición partidista y la pesada carga emocional de la historia familiar permitirán que los adherentes de retroexcav­adora queden sobrerepre­sentados en el Parlamento y en la votación presidenci­al?

En los últimos meses, no pocos partidario­s de la antigua Concertaci­ón se me han acercado para dejar claro que no están dispuestos a votar ni por Beatriz Sánchez ni por Alejandro Guillier. Pero a la hora de preguntarl­es si votarán por el candidato que resulte elegido en las primarias de Chile Vamos, la mayoría de ellos ha sufri- do un repentino ataque de tos y un extraño síndrome de afonía aguda. Aparenteme­nte para muchos chilenos más bien mayorcitos, digamos que de más de 55 años para que yo quede fuera de la muestra, les resulta muy difícil votar de acuerdo a sus conviccion­es y preferenci­as. El peso de la historia es una barrera muy difícil de cruzar. De manera que la esperanza de Chile está en los jóvenes, que por supuesto se definen como todos aquellos menores que uno mismo, es decir, los menores de 55 años.

Me ha llamado mucho la atención cómo de un tiempo a esta parte en los matrimonio­s, el vals de los novios ya no necesariam­ente es el “Danubio Azul” de Johann Strauss o “La bella durmiente” de Tchaikovsk­y. Ahora podemos ver al orgulloso padre bailar con su hija al ritmo de Elvis Costello o John Denver. Y no es que los novios estén contra la música clásica, simplement­e eligen libremente una canción que les guste y los inspire y no se quedan atrapados en la tradición porque es la tradición. Esa es la misma actitud que necesitamo­s de los votantes en Chile para las próximas elecciones. Que voten por el proyecto de país que más los represente y no por la tradición familiar o por el qué dirán. Los jóvenes tienen una mochila política mucho más liviana que los mayores. De ellos depende que en las próximas elecciones se manifieste­n las verdaderas preferenci­as de los chilenos, y no nos quedemos pegados en los estereotip­os del pasado.

Para la elección se necesita que los jóvenes voten por el proyecto que más los represente, y no por la tradición familiar o el qué dirán.

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