Violencia, terrorismo y traumas
Señor director:
El resultado de la encuesta del Centro de Estudios Públicos confirma que la competencia final debiera ser entre Alejandro Guillier y Sebastián Piñera, ya que Carolina Goic no es competitiva en segunda vuelta y Beatriz Sánchez, por el momento, no tiene un nivel de conocimiento suficiente para entrar en esta disputa. Además, ratifica que el resultado final puede ser muy estrecho, lo cual da aún más importancia a la primaria de ChileVamos.
En este caso, la capacidad de movilización y la consolidación de un liderazgo claro pueden marcar la diferencia para un triunfo en la elección de fin de año. Señor director:
Recientemente presenciamos una trifulca política por los dichos de Alejandro Guillier sobre terrorismo. Más allá de que la reducción del terrorismo a actos de Estado sea incompleta, lo cierto es que el contenido y el tono de las réplicas revelan las razones por las que hasta hoy Chile no tiene normas preventivas ni investigativas modernas sobre terrorismo.
Pensamos distinto. Entre algunos, las diferencias son irreconciliables, ya que responden a convicciones, experiencias, traumas o temores. Sí, aunque cueste asumirlo, la generación gobernante está marcada por el dramático pasado que le toco vivir.
El golpe de 1973 y los horrores posteriores aún condicionan el debate y la legislación. Mientras unos no confían en las instituciones encargadas del control de la seguridad, ni en las que deben realizar labores de inteligencia, otros desconfían de los gobernantes y su potencial influencia en los sistemas de inteligencia y seguridad para usarlos en su contra.
Así las cosas, cada vez que un fiscal o el gobierno invoca la ley antiterrorista, se produce un debate sobre la legitimidad, origen o eficacia de dicha ley. La verdad es que se trata de un debate superfluo, lleno de consignas y absolutamente estéril, ya que desde la modificación hecha por el expresidente Sebastián Piñera en 2011, que eliminó la presunción legal de causar temor por el hecho de instalar un artefacto explosivo, nunca más se ha condenado a nadie por esta norma.
La paz social es un triunfo de la democracia, por ello quienes pertenecemos a las (no tan) nuevas generaciones, tenemos el deber ético de profundizar el debate, asumir nuestras diferencias y, con la experiencia del pasado, pero con visión de futuro, discutir nuevas normas que permitan que dentro del pleno respeto a los derechos fundamentales seamos capaces de prevenir eventuales acciones terroristas y, que frente a su ocurrencia, el sistema tenga capacidad de reacción, persecución y sanción