La Tercera

Una desgracia evitable

- Juan Ignacio Brito Periodista

LUIS MARILEO, el “weichafe” que falleció el sábado mientras intentaba asaltar un terreno en La Araucanía, debería estar vivo. Sin embargo, murió tras ser alcanzado por los disparos del propietari­o del predio, un exoficial de Carabinero­s que repelió el ataque, mató también a otro de los asaltantes y resultó herido en un brazo.

Lo más lamentable es que este episodio jamás debió haber ocurrido. Si en La Araucanía se acatara la ley y no imperara un régimen dominado por el miedo a hacerla cumplir, Luis Marileo estaría vivo. Preso, pero vivo.

Una mirada rápida al prontuario de Marileo lo explica todo: variadas detencione­s por maltrato de obra a carabinero­s, desórdenes públicos, abigeato, robo y conducción bajo los efectos del alcohol. Lo que lo hizo tristement­e célebre, sin embargo, fue haber participad­o como autor en el robo con homicidio que puso fin a la vida del parcelero y candidato a concejal PS Héctor Gallardo Aillapán en septiembre de 2012. Por ello fue condenado en 2013 a diez años y un día de presidio. Ya en la cárcel, agredió a un gendarme, lo cual le costó una sanción de 61 días más de reclusión. No obstante, pese a todo lo anterior y a que utilizó medidas de presión como la huelga de hambre, se le concedió el año pasado el beneficio de la libertad condiciona­l. Solo había cumplido un quinto de su condena.

Si en La Araucanía imperara la ley que rige en el resto del territorio nacional, Marileo habría continuado preso y hoy estaría vivo. Pero, como eso no ocurre, está muerto. La justicia salió a su encuentro de manera irregular. Así sucede cuando los mecanismos institucio­nales dejan de operar porque los encargados de ejercerlos sienten miedo y el Estado permite el amedrentam­iento por parte de los más fuertes o los más vivos. Según la viuda de Gallardo Aillapán, la muerte de Marileo es un caso de “justicia divina”. Acostumbra­dos a no pagar lo debido por sus crímenes, Marileo y sus secuaces segurament­e calcularon que otra vez se saldrían con la suya. Pero esta vez se encontraro­n con un propietari­o dispuesto a pelear y cansado de la facilidad con que operan en La Araucanía tipos como Marileo. No es el ideal de justicia que uno tiene en mente, pero nadie podría reprocharl­e algo al exoficial de Carabinero­s que actuó en legítima defensa.

Lo ocurrido en el fundo “El Encino” es una advertenci­a: cuando la ley no impera, se genera un vacío que inevitable­mente abre espacio a los abusos y puede provocar víctimas fatales. El fallecimie­nto de Marileo es consecuenc­ia, en primer lugar, de su decisión de optar por la violencia y de sus constantes problemas con la ley, que se arrastraba­n desde que era un adolescent­e. Pero no hay que olvidar que en su muerte también jugaron un rol clave la desidia y -por qué no decirlo- la cobardía que han mostrado las autoridade­s de distintos gobiernos para enfrentar el conflicto en La Araucanía.

La muerte de Luis Marileo es una advertenci­a: cuando la ley no impera, se genera un vacío que abre espacio para los abusos.

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