La Tercera

“El teatro joven tiene una gran queja, pero le falta elaboració­n”

Dramaturgo y siquiatra:

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Pedro Bahamondes Ch.

No postuló al Premio Nacional de Artes Escénicas de este año. Dice que no quiso: “Cuando lo hice en 2015 descubrí que se necesitan más años de circo”, afirma Marco Antonio de la Parra (1952), sentado a unos cuantos pasos del Teatro Finis Terrae, en Providenci­a, la sala que dirige desde 2016. “Sentí que me faltaban al menos 10 años, y temo por poder hacerlo en mis cabales y no estar gagá para ese momento”, agrega. Enterado de quienes irán tras el mismo galardón que se fallará en agosto, el dramaturgo y siquiatra invoca otro nombre ausente en la nómina: “Alejandro Sieveking es una figura realmente importante. El debería ganarlo”.

A sus 65 años, el autor de La secreta obscenidad de cada día trabaja en una novela histórica que sucederá a El año que nos volvimos todos locos (2012), mientras alista su retorno a los escenarios. “Se llama El viajero y ocurre en el Chile de 1820, a través de los ojos de uno de los tantos aventurero­s que vieron de cerca nuestra Independen­cia”, cuenta. “La verdad es que no sé cuándo cumplí tantos años hasta reencantar­me con la historia. Debe ser parte de envejecer, pensé siempre, y hasta para mí ha sido curioso andar detrás de los diarios de no sé quién o leyendo obras antiquísim­as. Y como la narrativa no es lo mío, me ha tomado mucho tiempo terminar de escribirla. Por eso creo que esta será mi última novela, y aparecería recién en 2018”, agrega.

Antes, el próximo viernes 30 de junio, su obra El deseo de toda ciudadana inaugurará la nueva sala Imagen en calle Loreto 400, en el barrio Bellavista, un microespac­io para 40 personas ubicado en la misma casa donde se encuentra la escuela de Gustavo Meza. Estrenada en 1987 bajo la dirección de Ramón Griffero, la historia narra el desencuent­ro entre una mujer sola y un

“Ha construido un puente extraño entre investigac­ión universita­ria y el teatro comercial”.

LA ESCENA ACTUAL

“Echo de menos la experiment­ación dura. Las salas temen perder público y la relación con sus audiencias se vuelven conservado­ras”.

PREMIO NACIONAL

“Decidí no postular este año. Descubrí que se necesitan más años de circo, y temo por poder hacerlo en mis cabales. Sieveking debería ganarlo”.

NUEVA NOVELA PARA 2018

“Se llama El viajero, y ocurre en el Chile de 1820. Me ha tomado mucho tiempo terminarla, por eso creo que esta será mi última novela”.

siniestro y desconocid­o intruso. La actriz Elsa Poblete, quien protagoniz­ó esa primera versión, será quien ahora dirija el mismo texto. “Originalme­nte era una novela negra (La voz del amo, se llamaba), pero Ramón la convirtió en una sátira política para no avivar tanto el fuego en esa época”, recuerda.

La llegada del creador de Cinema Utoppia a la cabeza del Teatro Nacional era, según De la Parra, más que previsible: “Ahora tiene todo, desde la experienci­a hasta ideas y oportunida­des para convertir al Antonio Varas en un teatro creativo y abierto a la experiment­ación”, opina. “Si lo comparo con el Teatro UC, por ejemplo, que ha construido un puente extraño entre la investigac­ión universita­ria y el teatro comercial, y le va muy bien con eso, me hace echar aún más de menos la experiment­ación dura en esta escena. Pareciera que las salas temen perder público, y la relación con sus audiencias se vuelve tan conservado­ra como su visión artística”, critica.

Voz testigo

Hace tres años, cuando la Muestra de Dramaturgi­a Nacional -entonces dirigida por Manuela Infante- parió su última obra memorable, Hilda Peña de Isidora Stevenson, a De la Parra le pidieron convertirs­e en un agente externo. “Tomaba notas de los ensayos y las leíamos en intervenci­ones abiertas al público. Era una suerte de proceso creativo más democrátic­o”, dice.

No es raro, por tanto, verlo en estrenos ni comentando entre los suyos acerca de tal o cual montaje reciente: “La gente joven siempre puede ser una sorpresa, y el diálogo entre ellos y nosotros es sumamente enriqueced­or. Tiene otros ojos esta generación, y ese solo hecho lo hace todo distinto para alguien como yo, que estoy envejecien­do y a veces me pregunto qué más me queda por hacer y decir. Recuerdo una vez que Juan (Radrigán) dijo que el teatro más joven tenía una gran queja, y sí, la tiene, pero pienso que a varios aún les falta elaboració­n poética, salvo en algunos puntos notables”.

¿Cuáles, por ejemplo?

Pablo Manzi (1988) me parece un talento impresiona­nte. Donde viven los bárbaros (2015) es una temprana obra maestra de la nueva camada, y no solo para ver, sino también para leer. Yo mismo la uso en mis clases, pues es un claro ejemplo de cómo un autor puede sobrepasar el simple antojo de la queja para además darle un registro propio al texto, y eso es curioso para alguien tan joven como él. Incluso creo que es mejor que no lo tenga tan claro, así Manzi no se autoimpone una sobreexige­ncia innecesari­a. Hay quienes se abruman con eso.

Uno de los últimos montajes que De la Parra vio, cuenta, fue Estado vegetal de Manuela Infante, que hasta la semana pasada se presentó en el Nave como parte del ciclo Teatro Hoy. “Me pareció notable, muy interesant­e. Manuela comenzó a investigar y crear sin pensar en si llenaría o no la sala, y hasta hoy sigue en eso, y ha dado frutos. Muy pocos podrían decir lo mismo”, asegura. “Estar atento a la escena es divertido, la ves cambiar y eso es alucinante. Pude verlo con el caso argentino, por ejemplo, cuando apareció Rafael Spregelbur­d (La terquedad), y lo vi aquí también cuando apareciero­n la Manuela, Barrales (Niñas araña), Layera (La imaginació­n del futuro) y otros. La clave está en dialogar con otras estéticas, pero lamentable­mente se hace poco”, cree el autor, quien prepara otros proyectos.

Desde el 6 de julio, en el Teatro Finis Terrae, Alex Zisis protagoniz­ará El amo, un texto suyo que permanecía intacto desde el año 2010, y que ahora, bajo la dirección de Sebastián Vila (Medusa), verá por primera vez la luz. En la ficción, un multimillo­nario contrata a un dramaturgo con líos de dinero para que escriba una obra sobre su vida, procurando resaltar su calidad como empresario y ciudadano ejemplar. El mismo magnate escoge a dedo además al actor que lo interpreta­rá, así como al director que lo subirá al escenario.

“Es un verdadero tour de force (reto) para el actor, y un conflicto de posesión muy al estilo de Cronenberg”, dice el dramaturgo. “En el texto hay una fuerte crítica al poder

CRIMEN Y CASTIGO

“La resonancia de la novela siempre está, pero hoy el castigo y la culpa son fuertes para una sociedad que ha sido descubiert­a en delito”.

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