La Tercera

Apuntes de un sueño colectivo

Alvaro Bisama

- Escritor y crítico de TV

Nuestro imaginario tiene al Campeonato Mundial de Fútbol del 1962 como uno de sus mejores leyendas. Gesta que ha sido contada mil veces, su recuerdo es una fábula romántica a la que el país se abraza con nostalgia porque contiene la belleza de un mundo que se presume como perdido: el Chile del pasado, anterior al golpe y a la dictadura; un Chile eterno, joven e inocente.

Anotar los contornos de ese mundo es lo que 62, historia de un mundial aspira a construir en tanto relato, algo que es narrado sin escurrir el bulto a los costados más complejos o humanos de aquella leyenda. De este modo la serie de TVN, dirigida por Rodrigo Sepúlveda, usa al fútbol para cristaliza­r el espíritu de una época mientras sigue la odisea que el que Carlos Dittborn (Marcial Tagle) emprende para realizar el evento. Es una lucha contra la dificultad, contra ese peso de la noche que acá adquiere la forma de la mala suerte histórica del fútbol nacional, algo que los personajes (dirigentes, futbolista­s, entrenador­es) deben enfrentar junto a la lejanía, la muerte, la pobreza, la carencia de estadios y cualquier tipo de recursos, la condición amateur del deporte y la crisis política endémica del país.

Filmada impecablem­ente como un drama agridulce y no exento de algo de sorna, la serie narra todo con cierta tensión aunque sepamos los resultados. Lo que importa acá es el camino (las peripecias y ajustes de cuentas del proceso) y no el final (el 3º lugar en la copa); algo que la cámara detalla mientras se acerca al funcionami­ento de un mundo masculino, un universo de bares y canchas, de locutorios de radio, de celebracio­nes, de peleas de camarín, de familias que se desarman, de una política de pasillos, favores y salones. Los hombres ahí tratan de acomodarse al rol que aspiran a encarnar y las mujeres existen como la contrapart­ida silenciosa de los ajustes que esa comunidad realiza para adaptarse a los tiempos. Sepúlveda narra todo lo anterior uniendo dos relatos. Primero, examinando la leyenda de la formación de la selección nacional que dirigió Fernando Riera (Daniel Muñoz) que tiene su centro dramático en la pelea del entrenador con Cua Cua Hormazábal (Koke Santa Ana) y, segundo, en la carrera frenética de Tagle por profesiona­lizar el fútbol chileno, construir recintos deportivos, conseguir fondos y crear una infraestru­ctura mínima para el torneo.

Con un ojo puesto en los espacios familiares (la relación de Tagle con Paola Giannini, su esposa concentra el espíritu de la época), el mito nacional del fútbol es descrito como un problema íntimo que desnuda tanto sus sueños de fuga como su precarieda­d. Por eso es interesant­e ver la serie: no existe acá el chauvinism­o del hincha o la gravedad de comentaris­ta deportivo sino una interminab­le colección de gestos que tratan de preguntars­e cómo funcionó alguna vez nuestra vida familiar y cómo nuestros mitos colectivos fueron capaces de iluminarla. Así, en un momento donde el fútbol es un negocio corporativ­o capaz de engendrar personajes como Daniel Jadue, viene bien recordar que alguna vez estuvo dirigido por seres humanos.

La serie se cuela así en los interstici­os de la memoria para tratar de entenderla, de ilustrarla. Hay ahí un gesto claramente republican­o, en el sentido más chileno de la palabra. Así, 62 trabaja con los fragmentos de un país desapareci­do recreándol­o con el cariño que solo se puede tener por quienes alguna vez fueron héroes olvidados e improbable­s, todos siluetas recortadas en canchas de fútbol donde la maleza crece hasta las rodillas, en apretones de manos que cerraban pactos de caballeros, en conversaci­ones de madrugada llenos de humo y vasos vacíos. Es el retrato de una sociedad que está cambiando de piel y está asustada: sus expectativ­as también son sus temores. El fútbol es ahí una metáfora de la vida porque por el tiempo que dura cada episodio sí es capaz de contenerla, tan llena de candor como también de pena, narrándola tanto como un grito de gol o como la conversaci­ón de pareja llena de silencios, puros pedacitos de un pasado falso que queremos recordar como lo que alguna vez fue un sueño colectivo.b

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