EL ESTADO ES RESPONSABLE DE LA MUERTE DE NIÑOS DEL SENAME Y LA LEY QUE DEBIERA SER PRIORIDAD ES LA REPARACIÓN DE ESTA AFRENTA A LOS DERECHOS HUMANOS DE ESAS PERSONAS.
Se afirma fundadamente que un alto porcentaje de las personas que estuvieron en el Sename posteriormente se convirtieron en delincuentes. Este es un servicio en el que, inexplicablemente, el Estado ha mantenido por décadas una conducta sistemática en contra de la dignidad humana. La información que ahora conocemos revela las condiciones extremas de castigo físico- y sobre todo psíquico- que menores indefensos han experimentado. Para quienes de allí egresan, no existen políticas públicas ni oportunidades laborales. Más temprano que tarde, entonces, serán atrapados y encerrados en la cárcel, una y otra vez. Un círculo de vicio y peligro que engulle a personas que han vivido dependiendo del punzón y el formón por si ven el amanecer. Esto es responsabilidad de un Estado que no ha velado por los derechos humanos de esos niños y que no ha educado ni creado condiciones elementales para ellos. Tal responsabilidad es imprescriptible.
Estos seres no movilizarán a nadie por las calles. Ni un solo revolucionario de moda moverá un dedo por ellos; no estarán jamás en la mesa del grupo “No más Esto o lo Otro”, ni en los de salvemos el río tal o cual, o en los del bus naranja ni en sus adversarios que lo persiguen. En verdad, ¿quién querría salir a marchar por los derechos de unos delincuentes, menos si son los que han causado daño y terror a las personas?
Nadie; pero esta opinión no se trata de eso. El tema acá es que 1.300 niños, antes siquiera de tener la oportunidad mínima de ser alguien, murieron por la omisión culpable, sino dolosa, del Estado, cuyo deber era protegerlos y educarlos para prevenir ese destino. En el Sename –el único lugar donde no podía ser posible-, fueron víctimas de algún tipo de violencia física o psíquica, de actos criminales, de desamparo, de negligencia o descuido fatal, con tal grado de maldad, que no tuvieron fuerzas para defenderse ni pedir auxilio.
¿A quién iban a llamar? Es ingenuo pensarlo ante tal nivel de desigualdad de armas. Y lo importante, lo verdaderamente serio, es que el Estado es responsable directo y objetivo, en sentido jurídico, de la muerte de esos niños, y que la ley que hoy día debiera estar en la tabla prioritaria del Congreso es la reparación de esta afrenta a los derechos humanos de esas personas y sus familias. Como mínima muestra de respeto, no debiera formarse ninguna Comisión de Diputados.
En la antigua Rusia, las tierras se transferían junto con sus trabajadores o siervos, que formaban parte de los bienes. Las personas eran llamadas “almas”, se inscribían en un registro, se vendían, y luego llegaron a ser objetos de comercio independiente. Hubo quienes, después de muertos los siervos, negociaban con los registros y obtenían ganancias o prebendas. El gran escritor ruso Nikolai Gogol habló brutalmente de esto en su obra “Almas muertas”. En Chile, hasta antes del rechazo al Informe, creíamos que los niños fallecidos del Sename iban a ser respetados, o al menos sus almas. Esperemos que no estén muertas, ni se negocie con ellas.