LA JUNTA DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA FUE A CAROLINA GOIC LO QUE EL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO SOCIALISTA FUE A RICARDO LAGOS.
Vivimos el final de un tiempo, aquel en que la centroizquierda protagonizó sus más admirables aciertos y luego su decadencia. No lo digo con angustia, sino con impaciencia porque ese nuevo tiempo que viene gestándose en la sociedad, termine por nacer. Y no es azar que hable de la sociedad y no de la política. En tiempos de cambio, esta última suele ir tras la sociedad y no es razonable esperar mucho de ella. Hay que optar por su forma menos dañina, mientras la sociedad termina de parir lo nuevo.
En este final de un tiempo y una coalición, pareciera que todos optaron por no ahorrarse vergüenzas. La Junta DC fue a Carolina Goic, lo que el Comité Central del PS fue a Ricardo Lagos. En el PS, el candidato elegido, el más pintón en encuestas, a juzgar por lo mostrado, es el exacto para un final triste donde nada perdurable ni compartido ideas, proyectos, programas- quede para el futuro. En el caso de la Junta DC, la bancarrota ha sido más bien ética para quienes fueron solo espectadores de semanas de conciliábulos. O ella maniobró arteramente para desbancar a un inocente, o un culpable congrega la suma suficiente de razones y complicidades como para derrotar a la figura DC del momento ante los ojos de todo el país. Intentar alguna tercera lectura es inoficioso. Agreguemos a esa torta la guinda de un acuerdo con el MAS en vísperas de la “constituyente” de Maduro en Venezuela.
Ya no queda centroizquierda salvo en el discurso abstracto de los que se niegan a confesar que se les murió. En lo inmediato, la próxima elección, los partidos de la Nueva Mayoría parecen trabajar para Chile Vamos y el Frente Amplio. Es tal el exhibicionismo de miseria en ideas y valores, que empujan fuera de ella.
En lo mediato, el tema es más profundo. Los restos de este naufragio no bastan para partir de nuevo. Dan señales demasiado estridentes de ser solo ombligo y pasado. El parasitismo estatal los conmueve más que sus éxitos de otrora y que el futuro de Chile. En tanto, en el mundo el movimiento comunista dejo de existir; la socialdemocracia se debate en crisis cuando ningún obrero anhela que su hijo lo sea, y las desigualdades encuentran en Trump o Podemos otros abanderados. La doctrina social de la Iglesia ilumina poco la demanda popular que irrumpe en este siglo XXI. Debemos rescatar lo perdurable de esos fenómenos históricos. Pero el desafío es, sobre todo, dejar de ser pasado.
El siglo XX dejó lecciones categóricas, pero algunos se resisten a verlas. Ser libertario e igualitario, trabajador o creador de mundos nuevos, empresario o político, tiene ahora otros requisitos y nuevos desafíos. Eso hierve en nuestra sociedad. Basta alejarse de los cenáculos partidarios, para encontrarse con sueños, voluntades y ejemplos de algo nuevo. Esa nueva sociedad, más sabia y autónoma, requiere otra calidad de política. Es apasionante asistir a la forja de un tiempo nuevo.