El “volte face” de Lenín Moreno en Ecuador
Alguna vez esta columna deslizó la opinión de que, sin ser muy probable, cabía la posibilidad de que Lenín Moreno, que ganó los comicios como candidato de Alianza País y colaboró durante años con el gobierno anterior, no fuese un muñeco de ventrílocuo de Rafael Correa. Su temperamento, su historia y la herencia envenenada que recibía sugerían que podía producirse al interior de la Revolución Ciudadana (versión ecuatoriana del “Socialismo del Siglo XXI”) de la que había formado parte, y de Alianza País, el partido oficialista, una (metafórica) guerra civil.
Es exactamente lo que está sucediendo. Son tres los campos en los que Lenín Moreno ha plantado cara al correísmo.
Primero lo hizo alertando contra una economía que no produ- cía lo suficiente y unas finanzas públicas que estaban patas arriba por un déficit no financiero equivalente a casi 8% del PIB junto con una deuda acumulada que, contando los distintos compromisos del Estado, sencillamente no había cómo pagar. La caída de los precios internacionales y el desenfreno fiscal movieron a Moreno a plantear una austeridad muy poco “correísta” (la meta es reducir el déficit a menos del 2% del PIB hacia 2021).
El segundo campo en el que Moreno ha planteado batalla es el ético. En lugar de proteger y justificar la corrupción del gobierno anterior, ha abierto la caja de Pandora alentando a las instancias públicas y políticas para investigarlo todo. El resultado es que su propio Vicepresidente, Jorge Glas, figura emblemática del gobierno anterior, en el que también ejerció ese cargo, está a punto de ser procesado por haber recibido, según las acusaciones, muchos millones de dólares en sobornos. Varios funcionarios, incluyendo ex ministros de Correa como Carlos Pareja, que gerenció (el verbo es generoso) Petroecuador, están detenidos o investigados. No hay día en que no surja alguna revelación sobre el imperio de la corrupción que fue el gobierno populista. Odebrecht es uno, pero sólo uno, de los grandes “benefactores” de los funcionarios o testaferros del correísmo que favorecieron a empresarios
Es pronto para saber si Moreno pretende desmontar el populismo en Ecuador.
a cambio de sobornos.
El tercer campo en el que Moreno reta abiertamente a su antecesor –que está viviendo en Bélgica— es el de la administración pública. Uno a uno, ha ido sacando de funciones significativas a personas enfeudadas a Correa o representativas de la gestión anterior. Para cubrirse las espaldas, ha ido ganando adeptos dentro de la propia Alianza País, con lo cual el partido y la bancada parlamentaria están escindidos, pero también ha dialogado, como lo había ofrecido, con sectores que antes formaban parte de la oposición frontal al correísmo, tanto desde la derecha (el socialcristianismo de Guayaquil) como desde la izquierda (los grupos indigenistas).
Aunque las propuestas de austeridad, ciertos anuncios, como el de otorgar concesiones a empresas privadas para mejorar la infraestructura vial, y el trato más respetuoso hacia la prensa se desmarcan de la herencia populista, es pronto para saber si Moreno está sólo abocado a destruir a Correa y consolidar una Presidencia independiente, o pretende desmontar el populismo y llevar al Ecuador hacia un modelo distinto. Sus frases críticas de Venezuela sobre las muertes provocadas por el régimen de Maduro y los “presos políticos” parecerían indicar que Moreno contempla desplazarse ideológicamente hacia algo más bien parecido a la socialdemocracia uruguaya que al club del ALBA al que perteneció Ecuador bajo Correa.
Independientemente de que resulta o no así, tras la salida del poder del “lulapetismo” brasileño y el kirchnerismo, este es el tercer golpe certero que recibe el populismo sudamericano en poco tiempo, lo que deja a Caracas, La Paz y Managua en un notable aislamiento.