DORMIDOS EN EL ÉXITO
sintomático. Al yerro en la final ante Alemania, le sumó el débil trancazo que derivó en el segundo gol de Paraguay y en la mano que generó el gol boliviano. Así, los errores de este jugador otrora confiable se volvieron la imagen del resto.
Y nadie, pero nadie salió en su rescate. En estos dos partidos, Chile hizo un viaje al pasado y retrocedió a esas insufribles jornadas en el trunco camino a Japón-Corea 2002. El equipo de Juan Antonio Pizzi ni siquiera fue una sombra de sí mismo; fue la sombra de otro, no de ese conjunto que se ha ganado el respeto del mundo entero y que posee un par de figuras de prestigio en el concierto internacional.
El colectivo se extravió en el camino de Rusia a Sudamérica. Paraguay y Bolivia desnudaron a una oncena sin ideas y que ha terminado apostando por las individualidades, algo que nunca ha sido su fuerte.
Lo que lo ha hecho fuerte a esta escuadra es esa imagen de que se trata de 11 guerreros capaces de hacerle daño a cualquiera, más allá de que Arturo Vidal y Alexis Sánchez estén en sus filas. Enfocada en ese papel, puede ganarle al rival más enconado; perdida y con un técnico tan extraviado como sus figuras como fue en esta fecha doble, ocurre todo lo contrario.
Hay que sacar la calculadora de nuevo, porque ya no se depende de sí. Hay que esperar que otros pierdan o que no ganen, o que ocurra un milagro. Situaciones que se creían enterradas. ¿Aún hay esperanzas? Las matemáticas así lo dicen. La historia reciente de este plantel, bicampeón de América y finalista de la Copa Confederaciones, también.
Pero ese equipo tiene que despertar, porque se durmió en sus éxitos. Ecuador y nada menos que Brasil aparecen en su horizonte. ¿Se puede? Sí, siempre. No de esta manera, eso está claro.
Periodista