LAS CUESTIONADAS ELECCIONES REGIONALES EN VENEZUELA
Los resultados de los comicios del domingo, sumieron a la oposición en una profunda división interna que termina favoreciendo al régimen.
Los resultados de las recientes elecciones regionales en Venezuela no solo dejaron una serie de interrogantes y dudas sobre la limpieza del proceso, sino que parecen haber vuelto a cerrar las puertas a una pronta salida a la crisis que vive ese país. Pese a que los sondeos de las mayores empresas encuestadoras venezolanas adelantaban un amplio triunfo de la oposición en los comicios para renovar a los gobernadores de los 23 estados del país –algunos hablaban de una victoria opositora en 18 gobernaciones mientras que las mediciones más conservadores aseguraban que la oposición obtendría al menos 15 y el chavismo sólo ocho-, finalmente las cifras oficiales le dieron al oficialismo 17 estados frente a cinco de la oposición y uno aún en disputa. Por ello, el resultado causó sorpresa en el sector de la Mesa de la Unidad Democrática que había apostado por participar en los comicios pese a la reticencia de los representantes más duros de la oposición que cuestionaron desde un principio la transparencia y legitimidad de los comicios.
Pese a que el Presidente Nicolás Maduro aseguró que las elecciones fueron “un triunfo de la democracia” y que Venezuela tiene “el sistema electoral más completo y confiable del mundo”, lo cierto es que lo sucedido el domingo estuvo lejos de ser un proceso ejemplar. No solo se trató de unas elecciones que venían siendo postergadas injustificadamente por el chavismo desde hace casi un año, sino que además el régimen tomó una serie de medidas que dificultaron aún más el proceso, como el cambio a último minuto de más de 270 lugares de votación o la inhabilitación de candidatos opositores sin justificaciones claras. Además, el proceso no contó con observadores internacionales independientes y en varios locales los apoderados de la alianza opositora fueron sacados del lugar sin que pudieran verificar el conteo de mesas. Y a ello se agrega la evidente contradicción entre los resultados y los sondeos realizados previamente. Despierta a lo menos suspicacias que el chavismo logre un triunfo tan categorico pese a tener solo un 23% de apoyo.
Lo anterior abre serias dudas sobre la limpieza del proceso, y si bien Maduro anunció un recuento de votos, esta labor la realizará una Asamblea Constituyente cuya legitimidad ha sido cuestionada y que está controlada exclusivamente por el chavismo. Por ello, es poco probable esperar una revisión seria de los resultados, lo que deja al régimen con el control casi total de las distintas instancias de poder del país y a la oposición profundamente dividida. Un quiebre, este último, entre quienes insisten en presionar al chavismo en la calle y los que se abrieron a participar en el proceso, que terminó debilitando al sector y favoreciendo a Maduro. Por ello, recae ahora en la comunidad internacional la principal responsabilidad de reforzar la presión sobre el régimen para abrir un espacio de diálogo real. Este es el único camino que permitiría negociar un calendario electoral que le dé garantías a todos los sectores, contenga el creciente riesgo de un estallido social, y asegure una salida pacífica a la profunda crisis política, económica y social que vive ese país.