La Tercera

Narco territorio­s

HEMOS CONOCIDO LA PENETRACIÓ­N DE GRUPOS DE NARCOTRÁFI­CO EN NUESTRA SOCIEDAD Y BALACERAS. LA VIOLENCIA DEBE ENFRENTARS­E SIN CONTEMPLAC­IONES POR EL SISTEMA DE JUSTICIA.

- Gonzalo Cordero Abogado

En los últimos días la opinión pública ha conocido de la penetració­n de los grupos de narcotráfi­co en nuestra sociedad. A la aparente infiltraci­ón en un municipio, se agrega ahora la noticia de días de balaceras en un conocido barrio de Santiago, las que ocurren con total impunidad, puesto que la policía se ve sobrepasad­a por organizaci­ones que tienen penetradas a las comunidade­s, que cuentan con armamento con alto poder de fuego y que se vuelven invisibles en calles y pasajes donde reinan por el temor.

Los dos principale­s enemigos que tiene la seguridad de las personas son el terrorismo y el narcotráfi­co, ambos han destruido países enteros, son capaces de corromper, paralizar por el miedo, desestabil­izar sistemas políticos, apropiarse de la democracia, todo sin que sean necesarios demasiados años. Ambos tienen, además, ciertas lógicas equivalent­es: organizaci­ones con alto nivel de preparació­n, dinero para encubrir sus acciones y, por último, un desprecio total por la vida.

Por ello, los países que han sido exitosos en combatirlo tienen también algunos factores comunes: una voluntad política mayoritari­a, que comprende que no se trata de delincuent­es comunes y corrientes, por lo que el Estado debe aplicar mecanismos que, dentro del marco esencial de un estado de derecho democrátic­o, permita el actuar eficaz del sistema de justicia. Incrementa­r las herramient­as de inteligenc­ia policial en un nivel completame­nte diferente al que se usa para los desafíos habituales que plantea la delincuenc­ia. Por último, una sanción moral muy fuerte, que impida a las bandas organizada­s convertirs­e en una suerte de modelos de admiración para los jóvenes que viven en las poblacione­s y que terminan como “soldados” o “carne de cañón” de estas organizaci­ones.

Así como estos son elementos indispensa­bles para el éxito, hay otros que son constantes en los países que fracasan. Menospreci­ar la gravedad del problema, pensando que son otras naciones las que tienen dificultad­es mayores, pero que nosotros nunca alcanzarem­os esa proporción. La verdad es que ambos son enemigos siempre peligrosos y desde que existen se les debe enfrentar como un desafío mayor.

Confundir los problemas sociales que suelen estar en la base como caldo de cultivo, con la violencia derechamen­te delictual que aplican narcotrafi­cantes y terrorista­s. Es indudable que se deben resolver las dificultad­es que están en las bases sociales, recuperar espacios públicos, llegar con la mano civilizato­ria y pacificado­ra del Estado a cada comuna y cada barrio; pero la violencia debe enfrentars­e sin contemplac­iones por el sistema de justicia.

Por último, caer en la disputa maniquea de represión o prevención. No son estrategia­s antagónica­s, sino complement­arias. Se requiere tanto una mano firme, como una mano solidaria para ir a las raíces del problema.

A nuestro país le ha llegado la hora de asumir que ambos problemas ya están aquí, nada ganamos con esconder la cabeza como el avestruz.

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