SANNA: compromiso con la corresponsabilidad parental
Transcurridos seis años desde la extensión del permiso postnatal, es interesante evaluar esta política pública desde la óptica de la corresponsabilidad parental en el cuidado de los hijos. Según datos de la Superintendencia de Seguridad Social, de los 580.000 permisos entregados entre octubre de 2011 y agosto de 2017, algo más de 1.300 han sido traspasados al padre. Este 0,2% del total contrasta dramáticamente con lo que ocurre en países como Suecia, donde esa cifra supera el 25%.
Entre las causas de este bajo uso destaca el factor cultural. Aún se considera a las mujeres como las principales responsables del cuidado de los hijos y muchos padres sienten temor de que la decisión de tomarse el permiso sea percibida como una falta de compromiso con su trabajo.
Pero también influye el diseño de esta política pública. Primero, porque el permiso es un derecho de la madre y ella puede optar a traspasarle al padre hasta seis de las últimas 12 semanas que le corresponden. A diferencia de lo que ocurre en Chile, existe evidencia significativa sobre la importancia de reservar días de permiso para el padre a fin de fomentar su uso, sobre todo cuando la brecha salarial entre ambos es significativa; si el padre no usa el permiso éste se pierde, pero si lo hace, no afecta el permiso de la madre y se legitima su uso en su espacio de trabajo. Segundo, tampoco ayuda que el permiso solo pueda usarse durante los primeros meses de crianza -periodo en que la madre tiene un rol más importante- o las trabas para usarlo a media jornada; permisos flexibles o que se extienden hasta que el niño tiene varios años, disminuyen los costos financieros para las familias y fomentan su uso por el padre.
Haciéndose cargo de estas falencias, el gobierno ingresó un proyecto de ley que crea un seguro para el acompañamiento de niños y niñas que padecen ciertas condiciones graves de salud (conocido como SANNA). El objetivo es entregar a los padres y madres trabajadores un permiso de cuidado pagado para que puedan ausentarse de su trabajo durante un tiempo determinado. En su diseño, esta política contempló la entrega al padre y a la madre de un número equivalente de días de permiso que son de uso exclusivo. Además, quienes no pueden dejar del todo sus trabajos, pueden transformar los días de permiso en medias jornadas equivalentes, contando con la flexibilidad necesaria para adecuar su horario laboral.
Durante la tramitación legislativa, este diseño ha sido desafiado por las habituales resistencias que enfrentan los cambios culturales y por la legítima demanda de que sean las familias quienes determinen la distribución del permiso. Si bien esto puede parecer razonable, no reservar días de uso exclusivo para el padre probablemente se traducirá en que las mujeres terminen cargando con el cuidado de los hijos, encareciendo aún más la maternidad y reforzando la distribución por género del cuidado infantil.
Si bien queda tiempo para que este proyecto sea ley, es esencial que durante su tramitación no se altere el objetivo de garantizar el mejor cuidado de los hijos, pero reconociendo la importancia de que ambos padres sean parte de éste. Así, se evitará reducir las opciones laborales de las mujeres y se contribuirá a que puedan compatibilizar de mejor manera su vida laboral y familiar.