Política de acuerdos
SE HABLA DE UNA SEGUNDA TRANSICIÓN, QUE SE DISTINGUIÓ POR UNA BÚSQUEDA DE ACUERDOS. ESTOS ÚLTIMOS HICIERON POSIBLE UN CRECIMIENTO SIN PARANGÓN EN NUESTRA HISTORIA.
El próximo domingo tendremos elecciones presidenciales y los candidatos con mayores probabilidades de ganarlas han colocado al crecimiento económico como su primera prioridad. En parte es la reacción a las bajas tasas de crecimiento que ha tenido el país en los últimos tres años. Pero lo es también a la caída significativa en los indicadores de libertad económica, libertad que la población ha aprendido a valorar y que se relaciona directamente con el crecimiento (Cato 2017).
Dichas caídas -aquellas del crecimiento y de la libertad económicafueron la consecuencia de las políticas públicas aplicadas en los últimos tres años. Raphael Bergoeing, en un detallado análisis, estima que los factores internos –léase las reformas emprendidas por el actual gobierno y en especial la incertidumbre asociada a su implementación- han reducido el crecimiento potencial del país en unos 2 puntos porcentuales por año (CEP, Puntos de Referencia N°470, noviembre de 2017).
Una condición necesaria para acelerar el crecimiento es la reducción de la incertidumbre asociada a las reglas del juego económico. Pero el crecimiento exige también que dichas reglas se vayan modificando oportunamente de acuerdo a las circunstancias tecnológicas y de orden externo. Por suerte es posible compatibilizar ambos requisitos –como lo demuestra la experiencia de aquellos países que han logrado escapar del síndrome de los países de ingreso medio- en base a amplios acuerdos sociales sobre los principios que han de guiar la confección de dichas reglas.
En buena parte del siglo XIX hubo consenso respecto a los principios liberales que guiaron la confección de nuestra institucionalidad económica. Algo parecido sucedió durante el periodo de la Concertación con aquellos rasgos esenciales de la Economía Social de Mercado implementada a partir de 1974. Y fueron esas dos épocas aquellas en que Chile convergió a los niveles de desarrollo de los países líderes, alcanzando en su mejor momento, en 1912, el 52 por ciento del PIB per cápita de Estados Unidos. En la actualidad solo bordea del 40 por ciento del mismo, habiendo recuperado unos 23 puntos desde 1982.
La mala experiencia de estos últimos tres años –caracterizados por la imposición de reformas por mayorías circunstanciales, en vez de la búsqueda de acuerdos- ha creado el espacio para un gran convenio social, no necesariamente explícito, sobre lo que deben ser los fundamentos de nuestra institucionalidad socioeconómica.
Se habla de una segunda transición, en clara referencia a una primera -el paso del régimen militar a la Concertación- que se distinguió precisamente por la búsqueda de acuerdos. Estos últimos son de la esencia de la democracia e hicieron posible un crecimiento económico sin parangón en nuestra historia. ¿Estarán nuestros líderes dispuestos a olvidar sus rencillas personales e ideológicas y aprovechar las lecciones de la historia?