Las rondas extremas de los médicos
Hay lugares en Chile donde solo existe un profesional de la salud en varios kilómetros, que muchas veces trabaja en condiciones adversas, pero que llega a quienes no tienen un fácil acceso a la atención médica.
Son las 9.00 de un martes y Alfonso Bruzzone, de 31 años, termina de guardar sus implementos de trabajo en el maletín que heredó de su abuelo. Ahora, este doctor está listo para partir junto a su pequeño equipo de profesionales a realizar consultas médicas a los poblados más alejados y perdidos del altiplano, en la Región de Tarapacá.
De lunes a viernes trabaja en el Consultorio General Rural en Colchane, un poblado fronterizo con Bolivia y ubicado a 3.800 metros sobre el nivel del mar, a 260 kilómetros de Iquique. Ahí realiza funciones como médico general de zona, en Etapa de Destinación y Formación (EDF).
Así se llama el programa estatal al que adhirió, y que le permitirá juntar puntaje para postular a una beca de especialidad financiada por el Estado. A cambio, deberá prestar servicios en postas rurales y consultorios alejados de las grandes urbes por tres o cuatro años.
Junto a un kinesiólogo, una enfermera y un tecnólogo médico, emprende viaje hasta sectores como Cariquima, Enquelga o Mauque, todos poblados aimaras, principalmente de adultos mayores, que encontrará en su camino bordeando el volcán Isluga.
“Les llevamos leche, sopa y remedios. Ellos saben que la primera semana del mes nosotros estaremos allá para llevarles sus alimentos fortificados, sus remedios y atenderlos. A veces, incluso, nos esperan con comida”, explica Bruzzone respecto de las rondas médicas que realiza las primeras dos semanas del mes hacia el norte y sur del altiplano. Ahí deben soportar temperaturas de hasta 20°C bajo cero.
Él es el único médico a más de 200 kilómetros a la redonda. Cuenta que su colega más cercano está en Bolivia. Pese a la distancia, explica que no son tantas las consultas que debe atender. “En promedio, siete personas al día, un número que cambia cuando hay fiestas religiosas, donde se disparan las consultas. Muchos jóvenes suben a ver a sus papás o abuelos, hacen asados, comen llamas y se alcoholizan”, cuenta.
En el caso de Bruzzone y su equipo, durante las rondas las atenciones son espontáneas a medida que se avanza en el recorrido. Una situación muy distinta es la que vive Catalina Ureta, de 25 años, quien desde abril de 2016 está destinada en la isla Butachauques, en el archipiélago de Chiloé, en la Región de Los Lagos.
Ella está a cargo de un Centro Comunitario de Salud Familiar (Cecosf) en esa isla, dependiente del consultorio de Quemchi. Cada vez que realiza rondas a islas aledañas, avisa con un mes de anticipación, para que el día del arribo la gente se acerque hasta las estaciones médico-rurales.
Se trata de pequeñas casas ubicadas en cada isla que recorre, que se abren una vez al mes, cuando llega el equipo. Ahí se juntan el día acordado y no se cierra hasta atender al último paciente.
“No importa el horario ni la cantidad, los vemos a todos. No funcionamos con agenda, pero la gente sabe el día que iremos y nos esperan”, cuenta Catalina.
Incluso, con aquellos que no logran llegar hasta la consulta improvisada se realizan visitas domiciliarias. “Somos flexibles con eso también”, agrega.
La lluvia es el compañero más común en estos recorridos de unos 10 kilómetros de extensión, donde no existe el transporte público, no hay agua potable y la luz escasea. Cuando la marea sube, hay sectores que sólo se pueden cruzar en trozos de plumavit.
Sin embargo, Catalina valora poder entregar salud a aquellas personas que no tienen acceso. “Esto, obviamente, es más difícil que ejercer en cualquier otro lugar, pero la experiencia es muy enriquecedora”, dice.
Agrega que “es verdad que no podemos darles los mismos estándares que se entregan en las grandes ciudades, pero el hecho de estar ahí y apoyarlos, para la gente significa mucho y eso es muy gratificante para nosotros”.
Tomás Urrutia (29) trabaja en el Hospital de Santa Juana, en Concepción, desde abril de 2014, donde realiza rondas médicas y visitas domiciliarias una vez por semana. Son siete postas rurales ubicadas “en la punta del cerro”, dice, las que visita después de recorrer unos 30 km y que se activan con su presencia, ya que normalmente cuentan solo con un paramédico.
“Atendemos consultas espontáneas, enfermos crónicos, contro- les de salud y terminamos en visitas domiciliarias a los pacientes postrados de las postas”, explica.
Así como él, la gente también debe recorrer grandes distancias para poder llegar hasta las postas rurales, donde el acceso a transporte público es escaso. El joven médico agrega que “lo que siempre pienso es que si la persona hizo el sacrificio de llegar hasta ahí, yo trato de ser lo más resolutivo posible, para que no sienta que perdió el viaje”.
Así como ellos, el ex presidente del Colegio Médico, Enrique Paris, también realizó funciones de médico EDF, entre los años 1975 y 1979 en la isla de Achao, en Chiloé. “Este es el programa más exitoso de salud pública en Chile, porque permite que médicos vayan a regiones más apartadas y alejadas, donde no hay especialistas, a cumplir labores globales”.
Más del 70% de aquellos médicos, tras hacer su especialidad, vuelve al lugar que los vio partir en su profesión. Es por ello y para hacer frente al déficit de médicos y especialistas que hay en Chile, que el gobierno casi ha duplicado el número de becas de especialidad en la categoría de EDF. ●