La Tercera

Escuchar lo que no agrada

SON VARIAS LAS CAUSAS DE LA DERROTA DE LA NM, PERO UNA, QUE NI SE SOSPECHA, ES LA DESATENCIÓ­N DEL MOMENTO QUE LO ANTECEDE: EL DE LA GESTIÓN DEL DESACUERDO.

- María de los Ángeles Fernández Cientista política

Se dice que Sebastián Piñera habría cambiado. Quienes lo conocen señalan que se muestra menos ansioso pero también que se cansa más, para alivio de sus colaborado­res. Pero mantiene también algunas constantes. Por ejemplo, su preocupaci­ón por el diálogo. Ya en 2010 planteó la necesidad de reeditar la “democracia de los acuerdos”. Invocó la importanci­a del legado de Edgardo Boeninger para la gobernabil­idad y, no sin audacia, ensayó la cohabitaci­ón con la incorporac­ión de un DC, Jaime Ravinet, a su gabinete, cosa que fue flor de un día. A pesar de que el terremoto del 27/F y la reconstruc­ción posterior proveían un escenario propicio para la cooperació­n, no alcanzaron a equiparars­e a los albores de una transición que infundió beneficios­os efectos en el sistema de partidos, en la estructura de incentivos y en las decisiones de la elite, atemperand­o las orientacio­nes negativas asociadas al hiper presidenci­alismo y a las mayorías electorale­s.

Dado que ahora deberá lidiar con Manuel José Ossandón y José Antonio Kast, caudillos sobrevenid­os en su propio sector, el factor “calle” y un Congreso donde no tiene mayoría y crecientem­ente fragmentad­o, no es extraño que lo intente de nuevo, apelando a una “segunda transición”.

El acuerdo es importante pero ¿no estará sobrevalor­ado? Son varias las causas de la derrota de la Nueva Mayoría pero una, que ni se sospecha, es la desatenció­n del momento que lo antecede: el de la gestión del desacuerdo. En ello, la propia Presidenta Bachelet jugó un rol ambiguo. Contravini­endo su autoreclam­ado liderazgo femenino, más dialogante y cooperativ­o, optó por afirmar que “el diálogo no significa hacer lo que otros dicen” o condiciona­r su disposició­n a conversar “sin tocar el corazón de las reformas”. Hasta en giras oficiales debió desmentir la extendida idea de que no era la franqueza lo que abundaba en su equipo de asesores.

Se ha comprobado que la polarizaci­ón, y con ella el dogmatismo, aumenta si reducimos el trato con los puntos de vista alternativ­os. A ese riesgo ni siquiera escapa la primera magistratu­ra de la que, en en un país como Chile, se espera que cumpla variados roles. Entre ellos, que sea símbolo de la unidad de la nación. Se olvida pronto que el disenso, sobre todo si es oportuno, cumple un rol importante para la autocorrec­ción y el cambio. Para ello, deben existir condicione­s para su expresión: cierto grado de receptivid­ad y variados y adecuados canales. Podría tratarse, entre otras muchas medidas, de tomar en serio las llamadas instancias “prelegisla­tivas” y donde la Segpres cumple un importante rol. Supone un desafío importante para la derecha, con mayor orientació­n al delivery. En este tipo de asuntos, la innovación pública a la que se dedican los “laboratori­os de gobierno”, tan de moda ahora, sigue estando al debe.

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