Lecciones de la elección
EL VALOR DE LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES PARA POBRES Y RICOS ES NIVELAR LA CANCHA. CREO QUE ESA ES UNA LECTURA PLAUSIBLE DEL ABULTADO TRIUNFO DE PIÑERA.
Apocos días de haber concluido el proceso electoral (el cual, dicho sea de paso, prestigia a los chilenos por su civismo), personeros de diversos bandos han tratado de sacar conclusiones de lo que fue, a todas luces, un triunfo más abultado de lo esperado para el ahora Presidente electo, Sebastián Piñera. No quiero estar ausente de esta discusión, a riesgo de que mis apreciaciones, como las de otros, estén teñidas de mis propias preferencias. Para empezar, confieso que siempre he sido un socialdemócrata de tomo y lomo. Creo que el mercado es en general un mecanismo eficaz para asignar recursos, pero que no es ni infalible ni que necesariamente propenda al bienestar colectivo. Su gran virtud es que no requiere de burocracias ni discrecionalidades. Su gran defecto: no se preocupa por la igualdad de oportunidades para todos, un bien público que solo el Estado puede resguardar.
¿A qué me llevan estas disquisiciones un tanto obvias? A que el Estado debe preocuparse de que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades para desarrollarse de acuerdo a sus talentos e inclinaciones. Creo que los chilenos comparten en su mayoría este valor. En los últimos años, ciertos grupos han puesto en duda el valor del mercado como mecanismo de asignación de recursos, argumentando que ciertos ámbitos de la vida pública deben quedar excluidos de las transacciones y de la lógica del mercado. Es así como algunos pregonan que existen ciertos “derechos sociales” que deben ser protegidos por servicios enteramente gratuitos para todos, incluyendo a la educación superior.
Los chilenos no dudamos que todos nuestros niños y jóvenes deban tener acceso a la misma calidad de educación. Pero de allí no se desprende que la educación, en particular la superior, deba ser gratuita para todos. El valor de la igualdad de oportunidades para pobres y ricos es nivelar la cancha. La igualdad a secas es muy desigual, pues favorece a los ahora ricos tanto como a los ahora pobres.
Creo que esa es una lectura plausible del abultado triunfo del Presidente electo. Los chilenos queremos que nadie quede excluido de los beneficios del progreso por el hecho de haber nacido en un hogar modesto, pero nos choca la idea que los ricos deban recibir los mismos beneficios que los pobres.
Las implicancias de esta lectura son obvias: no volver a la retórica de la retroexcavadora, ahora desde la vereda opuesta; entender que los chilenos queremos seguir progresando en forma inclusiva pero con el esfuerzo de cada cual; y que queremos trabajar por nuestro futuro en paz y en concordia con todos nuestros conciudadanos. Esto no significa que estemos todos de acuerdo, pero sí que debemos escuchar con respeto, dialogar, aprender; saber que nadie posee la verdad y que es más probable que ella surja como producto del diálogo que de la imposición. Hago votos para que así lo entienda nuestro flamante Presidente electo.