La Tercera

GRATUIDAD

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SEÑOR DIRECTOR

En su argumento contra la gratuidad universal, el profesor Juan Enrique Vargas incurre en un error muy común al calificar a la educación universita­ria como un derecho por el cual los alumnos deben pagar, ya que una vez educados obtendrán un beneficio producto de su trabajo mayor que si no lo fueran. En realidad, el beneficiar­io principal de la educación universita­ria no es el alumno, sino la sociedad en su conjunto, ya que no podría subsistir si no se proveyera de personas capaces de asumir el constante recambio generacion­al. No se puede comparar la educación con un bien de mercado como la comida, porque al vender un alimento la sociedad solo recibe dinero a cambio, mientras que al admitir a un alumno establece con él un compromiso en el cual recuperará a mediano plazo lo invertido y bastante más.

No estoy en contra del mercado, pero en el caso de la educación se han confundido los roles de cada actor. La educación universita­ria pagada por los alumnos ha ocasionado que éstos hayan pasado a constituir­se en clientes del sistema educativo en lugar de su materia prima, lo cual redunda en que el sistema es un enclave que casi no necesita trascender a las empresas, las institucio­nes fiscales ni otros entes que necesitan de lo que debiera ser su producto (egresados y profesiona­les bien preparados). Tampoco tienen dichos entes canales que les permitan manifestar sus necesidade­s de especializ­ación. Los profesores, por último, ya no son parte de la universida­d sino sus proveedore­s externos. El concepto de “cuerpo docente” es ahora parte del pasado.

Como la mayoría hace clases en varias casas de estudio, se les conoce como profesores taxi, pues utilizan dicho medio de transporte para ir lo más rápido posible de una a otra. Muchos no han trabajado en la materia que enseñan y son meros vectores entre los libros y sus alumnos.

Alejandro Covacevich Vieira Profesor Universida­d Mayor

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