La Tercera

Progresism­o sin progreso

- Sergio I. Melnick @melnickser­gio

Llama la atención que aquellos que se autocalifi­can de progresist­as, en realidad se refieren así exclusivam­ente a temas valóricos, lo que sin duda es subjetivo. El aborto, matrimonio igualitari­o, drogas y otros son temas importante­s del debate social, pero es apenas parte del “progreso” y con posiciones encontrada­s. Los “guardianes” de los valores han sido siempre las religiones, las que curiosamen­te tienen distintos conjuntos de valores muchas veces opuestos entre sí.

Por ello, en esencia el “progresism­o” ha sido por un lado normalment­e un movimiento antirrelig­ioso y, por otro, un intento de corregir problemas precisamen­te derivados del “progreso”. Por ejemplo, la condición social que emerge de la revolución industrial, o los procesos de urbanizaci­ón. La izquierda que se autocalifi­ca como progresist­a tiene una posición formal contra las religiones que alguna vez llamaron el opio de los pueblos.

Progresism­o se opone a conservadu­rismo más que retroceso. Es una diferencia sutil, pero relevante. El camino recorrido siempre tiene una lógica profunda, anclada en la esencia del ser humano. La sabiduría más elemental recomienda respetar y entender el sentido de la historia, y la importanci­a de progresar en algunos aspectos a la vez. El caballo de batalla política de los progresist­as es la idea de las “reformas”, que responden normalment­e a ideologías políticas muy sesgadas. No toda reforma nos deja mejor que al inicio, no solo porque pueden estar muy mal pensadas, sino porque son difíciles de implementa­r. El “progresism­o” vociferant­e no cree en la importanci­a de los acuerdos, sino en el “avanzar sin transar”. Los “progresist­as” tienen muchas vertientes revolucion­arias que impusieron largas dictaduras que difícilmen­te podrían calificars­e como progreso.

Si miramos la historia de la civilizaci­ón sin duda constatamo­s un progreso fenomenal en diversos ámbitos. El progreso en efecto tiene múltiples direccione­s, no solo la valórica, que es en esencia subjetiva.

El concepto de progreso es esencialme­nte relativo, como todas las ideas que provienen de nuestra conscienci­a dual. La industrial­ización fue progreso en relación a la agricultur­a, y ésta en relación a la vida nómade. Pero aún hoy, por ejemplo para los ecologista­s, la industrial­izaación puede no ser vista como progreso. De hecho, hay cosas que tienen el doble aspecto de progreso y retroceso a la vez. La comida chatarra facilita la alimentaci­ón rápida, y la productivi­dad, pero no es en general saludable. ¿Es progreso? De estos ejemplos hay demasiados en todos los ámbitos.

En mi opinión, el único progreso real para el ser humano es la libertad esencial. No hay dos seres humanos iguales y eso no es trivial. Es decir, el verdadero progreso es el poder lograr lo máximo de lo que cada ser humano es. Como vivimos en sociedad, debemos “sacrificar” algo de nuestra libertad personal en favor de lo colectivo para poder convivir adecuadame­nte y para poder resolver problemas que pertenecen a la sociedad más que al individuo.

En ese sentido, los verdaderos progresist­as son aquellos que defienden la libertad de modo que cada cual pueda definir lo que es su propio progreso. Para que cada cual busque su propio camino de libertad esencial. Aquellos que quieren imponer sus ideas sobre el resto no podrían ser calificado­s de progresist­as. Solo es progresist­a aquel que respeta profundame­nte la diversidad y la libertad. Estos atributos no le son propios a la izquierda antigua, lamentable­mente la mayor parte de la que tenemos en Chile. La doctrina de la lucha de clases jamás podría ser considerad­a como progresism­o. El Estado omnímodo que claramente castra las libertades, no es progreso. Los gobiernos que no se focalizan en la pobreza tampoco lo son.

En fin, es importante no dejarse llevar por eslóganes políticos . Todos los seres humanos son progresist­as en esencia y es solo la libertad la que permite el verdadero progreso. La sociedad de oportunida­des es la más progresist­a en definitiva.

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