¿DE QUÉ SE MUEREN LOS PARTIDOS?
SEÑOR DIRECTOR
No tengo claro que haya un punto exacto en que se muere un partido. De hecho, hay muchos que viven en un purgatorio por años esperando llenar algún cargo.
Pero parece fácil saber cuándo su enfermedad se ha transformado en terminal. El primer síntoma es cuando dejan de representar a la sociedad en que viven y lo abandonan sus electores. En ese minuto desaparecen las ideas y se maximiza el pragmatismo.
El segundo síntoma es la endogamia en que lo único que parece importar es su dirigencia interna y el militante actual. Ambas dan cuenta de la metástasis en un partido político que se extiende en sus relaciones, convivencia interna y carencia de proyectos de largo plazo. Y que después de una estrepitosa derrota ni siquiera soporta la posibilidad de cuestionarse. La DC parece sufrir de un principio de autopsia por decisión: parece querer bailar a la música y las ideas que imponen otros. Y fijar sus anclas en un mudno que los quiere ver desaparecer. Decide auto infringirse la peor de las heridas: creer que se puede ser más siendo menos y con las ideas de otros.
Hoy se van 31 líderes que deberían llenarlos de orgullo por el aporte a su historia reciente y de tristeza por su salida: M. Aylwin, Lavados, Clarke, Pérez, García, Jerez y tantos otros que se han ido son parte del capital humano que podría hacer al centro socialcristiano sobrevivir. Lo cierto es que ellos no se fueron, están dónde siempre han estado las ideas de la DC: en el centro, pensado en la persona y la comunidad, confiando en que le Estado y el mercado colaboran y entendiendo que el supuesto de la libertad es la justicia. Es la DC la que se ha ido: aún no sabemos dónde. Esperemos que algún día decida regresar.
Sebastián Sichel