La Tercera

Estalinism­o ubersista

-

Me subo al taxi. Afuera el calor es terrible. Le pido al chofer que cierre las ventanilla­s y encienda, por favor, el aire acondicion­ado. “¿Me lo va a pagar usted, acaso?”, me responde severo. “No señor”, replico, “es una obligación para ustedes desde el año 2006, ¿o no lo sabía?”.

Cuento corto: el aire no se enciende, el taxi huele mal, está sucio y el chofer maneja como si estuviéram­os arrancando de un asalto. “Mire, mejor se detiene en la esquina porque yo me bajo”. Fin de la historia. Probableme­nte, cero novedad para cualquiera de quienes alguna vez han optado por este medio de transporte.

¿Sabe por qué ocurre esto? Muy simple, porque desde 1998 el parque se encuentra congelado en torno a los 27 mil de estos vehículos para Santiago y algo menos para el resto del país. De seguro que presionaro­n y presionaro­n hasta que hallaron la autoridad política de turno que, antes de ganarse un problema, les terminó creando el oligopolio.

Lo notable es que ahora pretenden hacer lo mismo con los Uber o cualquiera de los prestadore­s de estos servicios de arriendo de corto plazo de autos con chofer (porque esa es la figura, si es que queremos enmarcarlo­s en alguna definición). “Transporte­s planteó que un panel de expertos revise una vez al año la cantidad de automóvile­s y permisos”, publicó La Tercera. Genial. Nada mejor que un “panel de expertos” para determinar si usted o yo necesitamo­s más o menos Uber. Obvio, cómo vamos a dejar en manos de la demanda una decisión tan sofisticad­a y vital para la conservaci­ón de la humanidad. “La cantidad de vehículos será determinad­a por criterios técnicos”, añade una señora de apellido Tapia que, según me entero, oficia de ministra del ramo.

La demanda por Uber nació, entre otras causas, producto de esta torpe, inútil y política medida de limitar el parque de taxis. La principal “gracia” de Uber es que permite al dueño de un auto decidir en qué minuto quiere o no dedicarse a choferear. Lo puede hacer todo el día o aprovechar un rato disponible. Pero vamos, cómo podríamos aceptar tamaño espacio de libertad para una persona. Lo mejor es exigirle un permiso, que pague algún tipo de patente especial, que le impongamos normas y restriccio­nes.

¿Se habrán dado cuenta los “técnicos” del ministerio que el servicio Uber es, por lo general, mucho mejor que los taxis? ¿No sospechará­n que eso guarda alguna relación con la competenci­a por los clientes?

Me dirán que la competenci­a es desleal porque los taxistas sí tienen obligacion­es y estándares mínimos y todo eso. Bueno, la respuesta es evidente: déjelos competir. En Nueva York, por ejemplo, ambos sistemas conviven y compiten. ¿Sabe qué ocurrió? Milagrosam­ente, mejoró el servicio de taxis amarillos. ¿Increíble, cierto? ●

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile