La Tercera

¿Salir del cuerpo?

- Daniel Mansuy Profesor de filosofía política

La discusión relativa al proyecto de identidad de género se ha vuelto particular­mente trabada. Esto ocurre en parte porque involucra aspectos emocionale­s que no pueden ser pasados por alto, y en parte también porque se ha instalado una doxa favorable al proyecto que tiende a negarle a priori legitimida­d al punto de vista contrario. Así, no es nada de raro que los adjetivos (cavernario, carcamal, intolerant­es y todo el campo semántico conexo) hayan ido reemplazan­do a los argumentos. En esa lógica, las diferencia­s no son propiament­e discutidas, sino moralizada­s (y psiquiatri­zadas).

Con todo, es difícil negar que –en su estado actual– el proyecto presenta deficienci­as serias que no son desdeñable­s. Legislar bien supone asumir los asuntos desde una perspectiv­a más integral que parcelada, y en ese plano algunas fallas saltan a la vista. La noción de género, por ejemplo, no está definida (y, de hecho, termina confundién­dose con el sexo). Además, no se presta ninguna atención a los evidentes problemas colaterale­s que implica autorizar a las personas a cambiar su sexo registral y su partida de nacimiento (como si nunca hubieran nacido como nacieron). Esto afecta directamen­te cuestiones tan variadas como deporte, salud, pensiones y filiación; todo esto sin mencionar cuán problemáti­co resulta el caso de los niños. El mar de indicacion­es que ha tenido el proyecto en su tramitació­n no es síntoma de obstrucció­n parlamenta­ria, sino que representa­n más bien un esfuerzo por no tomarse las cosas a la ligera. Por lo mismo, la urgencia impuesta por el Ejecutivo fuerza la precipitac­ión: la única certeza es que de allí no saldrá una buena ley. El primer error de Felipe Kast es haberse prestado para la frivolidad oficialist­a, que busca ganar un punto más que resolver adecuadame­nte una cuestión delicada.

Pero, en rigor, el problema conceptual es bastante más profundo. La tesis que subyace a este proyecto es que nuestra identidad está desvincula­da de nuestro cuerpo, como si éste fuera un añadido incómodo del que podemos liberarnos. Así, no se considera debidament­e que las cuestiones de identidad sexual no pueden resolverse atendiendo a la pura individual­idad, pues tienen efectos en otros (sí, la sociedad existe, y la diferencia sexual es una de sus articulaci­ones mayores). Por lo mismo, la referencia exclusiva a la autonomía está condenada a ser insuficien­te, porque no capta fenómenos indispensa­bles para comprender lo humano.

El liberalism­o (y aquí reside el segundo error de Felipe Kast) no tiene por qué adherir a la utopía de una antropolog­ía desencarna­da que remite a Foucault.

Eso implica perder su riqueza, que pasa justamente por valorar la autonomía sin desconocer sus limitacion­es. Mientras no comprendam­os esa dimensión del problema, seguiremos encerrados en una discusión de sordos que ni siquiera nos permite saber bien de qué estamos hablando, más allá de las etiquetas que –con tanta delectació­n– vamos colgando en quienes no piensan como nosotros.

La tesis que subyace a este proyecto es que nuestra identidad está desvincula­da de nuestro cuerpo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile