La Tercera

Voto voluntario

EL PROBLEMA DE ADHESIÓN A LA DEMOCRACIA NO SE SOLUCIONA OBLIGANDO A LA GENTE A IR A SUFRAGAR. HAY QUE PREOCUPARS­E DE HACER LA PEGA: LLEGAR CON LOS MENSAJES A LOS CIUDADANOS.

- Juan Enrique Vargas Profesor Universida­d Diego Portales

Más allá del resultado, la principal sorpresa de la segunda vuelta electoral fueron los 300 mil votantes adicionale­s que concurrier­on a las urnas. Contra todos los pronóstico­s, la participac­ión electoral se incrementó en vez de disminuir. Qué duda cabe de que en un escenario distinto, si el ganador hubiera sido el mismo pero con una menor votación, hoy estaríamos debatiendo volver a imponer la obligatori­edad del voto. En buena hora, pues nunca me ha convencido esa política. Básicament­e los argumentos en favor de esa medida apelan a que las personas no solo tienen derechos frente al Estado y la comunidad, sino también obligacion­es, siendo una de ellas precisamen­te la de participar en las decisiones colectivas y que, de no hacerlo, se deteriora la democracia. Realmente, no puedo estar más de acuerdo con lo anterior; de hecho, creo que hay una obligación cívica fuerte en ir a votar, la que personalme­nte siempre me ha impelido a hacerlo, incluso cuando he decidido hacerlo en blanco. También concuerdo en que una democracia con bajos índices de participac­ión se convierte en un problema el cual, en el extremo, puede llegar a poner en riesgo su legitimida­d. Pero en ningún caso me parece que de lo anterior deba seguirse la necesidad de obligar mediante sanciones a los ciudadanos a votar.

El problema de fondo, de adhesión a la democracia, no se soluciona para nada forzando a la gente a ir a sufragar. No creo que realmente nadie piense que una medida de ese tipo, que es casi como buscar una solución por secretaría, despeje el grave problema de desafecció­n de los ciudadanos hacia los políticos y la forma como se gobierna nuestra comunidad.

Si queremos contar con una democracia más sólida, que auténticam­ente represente a nuestros ciudadanos (y de paso los motive a ir a votar), de lo que hay que preocupars­e es de hacer la pega: construir propuestas políticas atractivas, selecciona­r candidatos adecuados y, sobre todo, llegar, de la forma que sea, con los mensajes a los ciudadanos. Así se hace en muchas sólidas democracia­s donde el voto es voluntario y el trabajo político consiste precisamen­te en movilizar a los adherentes para que concurran a votar. Y es lo que se demostró que bien se puede hacer también en Chile.

Aunque sea cierto que los niveles de participac­ión son más elevados en los sectores acomodados, lo que sin dudas es en sí otro problema, ello no cambia la conclusión anterior, y solo debiera incentivar a mejorar su trabajo a quienes deseen representa­r a los votantes de esos otros sectores. De hecho, la experienci­a de esta segunda vuelta muestra que la mayoría de los nuevos electores proviniero­n de los sectores medios.

En el pasado ya contamos con la experienci­a del voto obligatori­o, lo que no impidió que la participac­ión igualmente comenzara a decrecer, porque al final del día, si la gente no quiere participar, ni con todos los tribunales y policías del mundo los podemos obligar.

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