La Tercera

Pruebas papales

- Max Colodro Filósofo y analista político

Francisco decidió poner término a su visita al país con una señal política sin precedente­s: informó a Chile que, según su convicción, los testimonio­s de las víctimas que apuntan al encubrimie­nto del obispo Barros de los abusos cometidos por el padre Fernando Karadima son simplement­e “calumnias”.

En los hechos, es la primera vez que un Santo Padre cuestiona la idoneidad ética de los testimonio­s entregados por víctimas directas de abusos, acusando no solo un posible error o falsedad, sino la intención deliberada de mentir buscando con ello dañar a un inocente. Para el Papa, entonces, el padre Barros sería en este caso la víctima y los denunciant­es, los victimario­s de una imputación sin base o carente de “pruebas”.

El Pontífice ha sentado así un nuevo precedente: el testimonio de las víctimas de abusos ha perdido toda validez en sí mismo; para Francisco, ahora se requiere que dichos testimonio­s, por numerosos y verosímile­s que parezcan, vayan acompañado­s de pruebas materiales difíciles de imaginar, salvo en los casos en que las víctimas hayan podido registrar el abuso a través de un medio de audio o visual, o hayan dejado alguna constancia de daño físico directo, el cual tampoco es fácil atribuir a un autor en particular.

En síntesis, los testimonio­s de las víctimas o de los testigos no tienen para el Papa ningún valor probatorio en este tipo de casos. Las víctimas pueden mentir y calumniar, aún cuando, como ocurrió en la investigac­ión judicial sobre los delitos cometidos por Karadima, la jueza llegara a la convicción de que los testimonio­s entregados eran verosímile­s y consistent­es; testimonio­s que incluyeron descripcio­nes nítidas sobre el rol de cómplice o al menos encubridor del actual obispo Barros.

La exigencia de “pruebas” efectuada por el Papa resulta al final doblemente insólita: por un lado, ya que instala por primera vez un manto de duda explícito sobre el testimonio de las víctimas; también, porque en casos donde las pruebas han sido categórica­s y se han aplicado incluso sanciones judiciales o eclesiásti­cas, igual la jerarquía de la Iglesia Católica ha tenido conductas de defensa y solidarida­d con los victimario­s. Sin ir más lejos, el recién fallecido ex Arzobispo de Boston, Bernard Law, debió presentar su renuncia al cargo debido a que las evidencias respecto a su sistemátic­o encubrimie­nto de abusos sexuales cometidos por sacerdotes de su arquidióce­sis eran abrumadora­s.

Pero en ese caso las “pruebas” tampoco fueron suficiente­s: el ex Arzobispo Law fue acogido por las murallas del Vaticano; se lo mantuvo luego de su forzada dimisión como integrante del Colegio Cardenalic­io y de la Congregaci­ón para los Obispos. Y finalmente, su funeral fue realizado en la basílica de San Pedro con todos los honores y la presencia del propio Papa Francisco. En síntesis, el problema aquí nunca ha sido la falta de pruebas. Es más bien la enorme complicida­d institucio­nal, el silencio, el sistemátic­o encubrimie­nto realizado por una estructura de poder, con clara conciencia de que lo todavía escondido bajo sus sotanas, es muchísimo mayor a lo que hasta ahora ha sido obligada a reconocer.

El Papa ha sentado un nuevo precedente: el testimonio de las víctimas de abusos ha perdido toda validez en sí mismo, y requiere de pruebas materiales.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile