La Tercera

Leila Slimani: El cuento de la niñera

- Por Edmundo Paz Soldán

Chanson Douce, la novela ganadora del Goncourt (2016) de la escritora franco-marroquí Leila Slimani (1981), se llama The Perfect Nanny en inglés (Canción dulce en español, publicada por Cabaret Voltaire). John Siciliano, editor de Penguin, justifica el cambio de un título poético a algo más bien ramplón: “quiero llegar al gran público, que se venda en lugares como Walmart y Target”. La contratapa apunta a ese gran público y menciona que esta novela es “la Gone Girl francesa”; también instala el libro con una frase sentimenta­l y burda a contrapelo del zeitgeist: “cualquiera que la lea se dará cuenta que su autora es una madre”.

Canción dulce se lee con la rapidez con que supuestame­nte se lee un thriller comercial, pero su verdadera familia es más bien literaria y va de Un corazón simple de Flaubert a las “novelas duras” de Simenon, que indagan con maestría en temas de clase social y marginació­n y en las debilidade­s y obsesiones de los personajes. En Canción dulce, Slimani ha escrito un retrato brillante de Louise, la niñera perfecta que un día mata a los dos niños a su cargo. No arruino nada: la novela empieza así: “el bebé está muerto”. Conocemos todo lo ocurrido en las primeras tres páginas; ese gesto apunta a los verdaderos intereses de la escritora: el suspenso no proviene del querer saber qué ocurrirá, sino de la indagación acerca de los motivos profundos que llevan a una persona de apariencia impecable a cometer un acto salvaje.

Slimani ambienta su historia en el interior de una pareja burguesa en París, en un departamen­to de clase media aspiracion­al, para, a partir de ahí, expandir su mirada y abarcar todo tipo de relaciones sociales. Myriam y Paul, una pareja de profesiona­les, contratan a Louise para que se haga cargo de sus hijos Mila y Adam, a pesar de que su sueldo equivale al sueldo de Myriam. A Myriam no le importa; está frustrada de pasar mucho tiempo en casa a cargo de los niños, y envidia la libertad de Paul. Louise, la niñera rubia y de piel de porcelana, se adueña del hogar: los niños la quieren, y su trabajo es impecable, desde la limpieza del departamen­to hasta la exquisitez de sus recetas. Ella es “quien controla los hilos transparen­tes sin los cuales la magia no ocurre”.

El narrador omniscient­e se enfoca en Louise y en la pareja, pero también ingresa a la subjetivid­ad de una serie de personajes secundario­s, desde el ex-esposo de la niñera hasta su hija, para completar un retrato devastador sobre lo que implican los cuidados maternales hoy, con su carga de gozo, ansiedad y culpa, y su lugar en la sociedad neoliberal: Myriam y Paul son progresist­as pero aceptan formar parte de la cadena de abusos laborales y psicológic­os a las clases marginales con tal de tener tiempo extra para desarrolla­r sus vocaciones y su relación de pareja; Louise, por su parte, se entrega entera a la familia como modo de compensaci­ón a una vida de privacione­s emocionale­s y materiales.

Esta historia la hemos leído antes: por algún lado deben explotar las pulsiones reprimidas. Slimani acumula razones para entender qué lleva a Louise a matar a esos niños, desde ciertas patologías –la niñera es siempre calmada y ubicada con sus jefes, pero alguna vez le dio una golpiza a su hija, y cuando expresa su deseo con sus parejas es capaz de una violencia inesperada— hasta una noción equivocada de su lugar –ella es y no es parte de la familia, es “invisible e indispensa­ble”, solo quiere “crear un mundo con ellos”, y cuando ve que los niños crecen se siente desplazada— y la pura y dura locura. Aun así, no está claro que todo eso justifique su acto; Canción dulce sabe respetar el misterio de la condición humana.

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