La Tercera

No a la improvisac­ión

SE SUPONÍA QUE LA REFORMA A LA EDUCACIÓN SUPERIOR MARCARÍA EL RUMBO EN DESARROLLO SOCIAL Y TECNOLÓGIC­O, PERO EL RESULTADO ES UN PROYECTO QUE HARÁ MUCHO DAÑO.

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Finalmente, la semana pasada la Comisión de Educación del Senado aprobó, en votación dividida, las últimas indicacion­es y artículos del proyecto que reforma la Educación Superior. En los reportes de prensa se menciona que tras una “maratónica jornada”, que duró hasta pasadas las 20:30 horas, los legislador­es dieron luz verde a la iniciativa, lo que demuestra una de las caracterís­ticas que ha tenido este proyecto durante su paso por el Congreso: el excesivo interés de aprobarlo cuanto antes, sin importar los necesarios consensos que debe tener una reforma de este tipo.

Para argumentar esto, daré solo una muestra. Durante el periodo de discusión en la Comisión, los senadores presentaro­n 710 indicacion­es, lo que muestra una lamentable realidad: el proyecto de la reforma a la Educación Superior es malo, ya que ninguna iniciativa que tenga un mínimo de acuerdo puede tener tal cantidad de posibles modificaci­ones.

La ley en estudio tiene 122 artículos permanente­s, lo que da un promedio de 5.8 observacio­nes por artículo. Indicador muy superior al promedio de cualquier otro proyecto de ley. Y no podía ser de otra manera, lo que comienza mal, termina peor. Se suponía que esta reforma era la más importante de esta administra­ción, aquella que debería marcar el rumbo de nuestro país en desarrollo social, económico, tecnológic­o y científico de este siglo, y que debía asegurar la mantención del liderazgo en los indicadore­s educaciona­les en Latinoamér­ica.

¿Y qué ley tenemos? Una que, como producto de la desproliji­dad, de las reiteradas improvisac­iones y de la evidente falta de voluntad para escuchar, se convierte en un proyecto que traerá consecuenc­ias muy negativas para el desarrollo de las universida­des chilenas.

Recordemos que la discusión parte bajo el Ministerio de Nicolás Eyzaguirre, al inicio de esta administra­ción. El mismo que se hizo famoso con analogías como “quitar los patines” o los “títulos de bakelita”, y quien trabajó bajo la teoría de la retroexcav­adora, aquel concepto que marcó un antes y un después en la discusión pública.

Luego, su sucesora en Educación, con matices, ha seguido profundiza­ndo en la obsesión por sacar un proyecto que tuvo como denominado­r común el rechazo de los actores involucrad­os. Se realizaron 14 cambios al proyecto, y curiosamen­te nadie, pero nadie, se mostró de acuerdo, salvo –claro está—el Gobierno, que fue impermeabl­e a las críticas. Ahora, el proyecto deberá ser visto por la Comisión de Hacienda y luego por la Sala, y se sigue manifestan­do aquello.

Estamos en la etapa final de un proyecto y el Gobierno pretende que se apruebe rápidament­e una ley que no fue capaz de sacar en cuatro años. Así, el Senado adquiere una trascenden­tal responsabi­lidad: demostrarl­e al país que no es un buzón de los caprichos del Poder Ejecutivo, retomando una discusión en serio, lo que claramente no puede darse cuando solo faltan algunos días para que comience el receso legislativ­o.

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Rubén Covarrubia­s Rector Universida­d Mayor

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