La Tercera

PRESERVACI­ÓN DEL ROL DEL TRIBUNAL CONSTITUCI­ONAL

Su papel de garante de la constituci­onalidad de las leyes y contrapeso del Congreso no debe ser debilitado a pretexto de fallos que no son del agrado de algunos.

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El espíritu refundacio­nal que caracteriz­ó a buena parte de la administra­ción saliente aún no se ha disipado del todo. Algunos representa­ntes insisten en alterar la institucio­nalidad vigente para satisfacer eventuales demandas de la ciudadanía, las que a su juicio estarían expresadas en las mayorías parlamenta­rias circunstan­ciales.

En esta línea, un grupo de senadores del Partido Socialista ingresaron en enero un proyecto de ley que busca redefinir el rol del Tribunal Constituci­onal (TC). En la iniciativa se elimina el control preventivo de constituci­onalidad, se reduce el plazo de los ministros de 9 a 5 años y se establece la posibilida­d de acusarlos constituci­onalmente en caso de haber infringido la Constituci­ón.

Las razones que motivarían cambios estructura­les como los propuestos en el proyecto de ley se esbozan en sus fundamento­s. Según los parlamenta­rios, “las atribucion­es del Tribunal Constituci­onal, y la particular forma en que éste las ha interpreta­do y ejercido, han causado una profunda preocupaci­ón y malestar en la ciudadanía” ya que “ésta ha visto amenazados algunos de sus derechos más vitales” por la práctica sistemátic­a de la minoría parlamenta­ria de recurrir a la sede constituci­onal cuando su opinión no prevalece en el Congreso Nacional, pero también por el ejercicio de sus atribucion­es de oficio. Entre los proyectos que en opinión de los senadores cuestionar­ía el actuar del TC se encuentran la reforma laboral, el aborto en tres causales y el proyecto del Sernac.

Ciertament­e es cuestionab­le la noción de una “profunda preocupaci­ón y malestar en la ciudadanía” en relación con el TC, toda vez que el programa ganador en las últimas elecciones no contenía cambios en el control preventivo de constituci­onalidad y la idea de una nueva Constituci­ón aparece muy abajo en las prioridade­s de la población, según diversos estudios de opinión. Pero más preocupant­e es la aseveració­n en el texto del proyecto que afirma que la configurac­ión actual “pone en riesgo nuestra democracia, ya que el Tribunal tiene atribucion­es que vulneran las funciones del poder legislativ­o”.

Es esencial que la labor de contrapeso al Congreso ejercida por el TC en su mandato constituci­onal se mantenga intacta para evitar que mayorías eventuales arrasen con el ordenamien­to económico y jurídico que ha construido el país. El control preventivo constituci­onal ha evitado que la cuestionab­le calidad con la que ha legislado el actual Congreso termine en la promulgaci­ón de leyes que entran en pugna con la Carta Fundamenta­l.

Pretender, entonces, instalar una acusación constituci­onal sobre aquellos que están mandatados para velar por la Constituci­ón y que los eventuales acusadores sean justamente los que por ley deben ser controlado­s, no busca sino despojar al TC de su esencial misión y entregar el cuidado de la Constituci­ón a mayorías efímeras que en un periodo legislativ­o pueden socavar los fundamento­s de nuestra institucio­nalidad, que ha costado décadas construir.

Es esencial que los nuevos nombramien­tos al TC sean juristas de alto nivel y que además de su experienci­a como constituci­onalistas sean activos defensores de los fueros que están llamados a desempeñar en nuestra institucio­nalidad.

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