La Tercera

Querellas políticas

¿POR QUÉ PUEDE QUERELLARS­E UNA ENTIDAD ESTATAL O EL GOBIERNO, SI EXISTE UN ÓRGANO PÚBLICO ESPECIALIZ­ADO? LA RESPUESTA ES UNA SOLA: POR MOTIVOS POLÍTICOS.

- Axel Buchheiste­r Abogado

El llamado a retiro de un general y otros dos oficiales de Carabinero­s responsabl­es de la “Operación Huracán” constituye un reconocimi­ento de la institució­n policial que las cosas no se hicieron correctame­nte. En cambio, el gobierno, que debía hacer efectivas las responsabi­lidades superiores, eludió su rol y se refugió en su maniobra distractor­a habitual: interponer una querella. Un caso de texto para ejemplific­ar lo que no se debe hacer y que sólo sucede en Chile. Los países avanzados han establecid­o sistemas de persecució­n penal que suelen compartir una caracterís­tica: son autónomos del poder político. Con ello se ha buscado que el aparato persecutor penal no responda a criterios políticos ni sea usado por el poder de turno para sus fines, que siempre son políticos. Como consecuenc­ia, los gobiernos no pueden ejercer la acción penal.

En teoría en Chile es así, ya que la Constituci­ón establece que un organismo autónomo, el Ministerio Público, “ejercerá la acción penal pública”, pero se dejó abierta una puerta, ya que agrega que “el ofendido por el delito y las demás personas que determine la ley podrán ejercer igualmente la acción penal”. La redacción parece querer resguardar el derecho de los afectados, porque apunta a la víctima y otras personas, pero como en la doctrina jurídica el Estado es una persona, por ahí se han colado todos los órganos públicos para ejercer la acción penal.

¿Por qué puede querellars­e una entidad estatal o el gobierno, si existe un órgano público especializ­ado y mandatado por la Constituci­ón para hacerlo? Lo cual, desde luego, importa duplicar esfuerzos y gastos a nivel público. La respuesta es una sola: por motivos políticos. Cada vez que hay un caso que impacta al público, los gobiernos se querellan para demostrar que están haciendo algo, cuando la más de las veces las cosas han acontecido porque no han hecho lo que debieran: gobernar efectivame­nte y resolver los problemas. Querellas que atentan per se en contra de la autonomía del Ministerio Público, pues implican sostener desde el inicio que no hará bien su tarea y que requiere de otro que la haga. Y que con frecuencia son voladores de luces que no han logrado nada, como se ha sido manifiesto en La Araucanía. Más aún, los indicios existentes apuntan a que quedan sin movimiento, lo que estrictame­nte es lógico, pues las facultades investigat­ivas las ejercen exclusivam­ente los fiscales.

Pero más grave, es que a veces se han usado para que los gobiernos le quiten el piso al Ministerio Público, retirando las acciones deducidas o recalifica­ndo delitos, para enviar un mensaje político a los jueces llamados a resolver, lo que atenta contra la autonomía del órgano persecutor y la independen­cia de los tribunales.

El colmo de todo esto ha sido que los fiscales y los abogados del gobierno terminaron echándose la culpa frente a los jueces, mientras que pareciera que las policías se mandan solas. Un triste espectácul­o institucio­nal.

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