La Tercera

Graves ataques incendiari­os en La Araucanía y Biobío

Los desencuent­ros entre el gobierno, la Fiscalía y Carabinero­s crean una vulnerabil­idad que está siendo aprovechad­a por los grupos vandálicos.

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La Araucanía y el Biobío han vuelto a ser escenario de graves atentados incendiari­os, al punto que los ataques registrado­s en la madrugada del viernes en ambas regiones -que en menos de una hora dejaron un total de 30 vehículos destruidos, la mayoría de ellos camiones pertenecie­ntes a empresas contratist­as forestales-, se ubican entre los de mayor magnitud desde que esta práctica comenzó en 1997, en el marco del llamado conflicto indígena. En agosto del año pasado, se registró la mayor quema de todas, con un total de 29 camiones siniestrad­os, en San José de la Mariquina.

Los gremios empresaria­les de la zona formularon duras críticas a raíz de estos nuevos ataques, haciendo ver que se trata de hechos de la “máxima gravedad”, que dejan en total desprotecc­ión a empresario­s y trabajador­es que laboran en faenas forestales, además de su resignació­n ante la falta de eficacia del Estado para lograr dar una solución, privándolo­s de su elemental derecho a la justicia.

El gobierno anunció la presentaci­ón de una querella por incendio terrorista, y en palabras del ministro del Interior, “los hechos no quedarán impunes”. Desgraciad­amente, no hay ninguna certeza de que estas acciones judiciales desemboque­n en resultados concretos. A lo largo de esta administra­ción ya se han presentado decenas de acciones invocando la ley antiterror­ista, la mayoría sin éxito, una ominosa impunidad que será parte de los legados que dejará el actual gobierno, lo que extrañamen­te parece no ser dimensiona­do por la Nueva Mayoría.

Estos nuevos atentados tienen lugar en el punto más bajo de la relación entre las institucio­nes dedicadas a combatir el delito. La Fiscalía ha acusado a Carabinero­s de la manipulaci­ón de pruebas en el marco de la “Operación Huracán”, un caso en que aparecían ocho comuneros involucrad­os -precisamen­te en un caso de quema de camiones-, los que fueron sobreseído­s por el Tribunal de Garantía y ahora se está a la espera de lo que se resuelva en la apelación respecto de todos ellos. La propia Fiscalía recriminó al gobierno por su “inactivida­d evidente” en este proceso, y se ha conocido que en esta última quema, las diligencia­s las está realizando la PDI, y no Carabinero­s, como solía ocurrir.

No parece casualidad que el masivo atentado se haya realizado en este preciso momento, coordinada­mente, a gran escala y en dos regiones. Es una evidente provocació­n a la institucio­nalidad del Estado, donde los grupos insurrecto­s están enviando la señal de que estas debilidade­s serán aprovechad­as para seguir delinquien­do y sembrando el terror, en una de las zonas que paradojalm­ente se supone que es una de las más vigiladas del país. No es difícil anticipar que si cuando había relativa normalidad entre las institucio­nes los atentados sucedían sin mayor dificultad, ahora, con el Estado dividido, los hechos se podrían multiplica­r aún más, lo que resulta desesperan­zador para sus habitantes.

A raíz de estos atentados, el gobierno entrante ha comprometi­do una modernizac­ión de las policías, la reestructu­ración del sistema nacional de inteligenc­ia y el fortalecim­iento de la coordinaci­ón entre fiscales, policías y jueces. Si bien estas medidas podrían ser plausibles, su implementa­ción será de largo plazo, por lo que las nuevas autoridade­s deberán acelerar medidas para lograr cuanto antes una normalidad institucio­nal, pues el cuadro actual resulta insostenib­le.

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