La Tercera

El patchwork

- Por Ascanio Cavallo

El segundo gobierno de Sebastián Piñera enfrenta a la oposición más fragmentad­a que haya existido desde la restauraci­ón de la democracia, como se pudo apreciar ayer, con un solo vistazo, en el juramento de los parlamenta­rios. La nueva oposición tiene tres instrument­os principale­s: los partidos, el Congreso y “la calle”. Este último es el más voluble, no sólo por su consustanc­ial desapego de toda institucio­nalidad y por su vocación hacia el movimienti­smo inorgánico, sino porque depende del clima social y económico. El Presidente Piñera pudo ser sorprendid­o por las movilizaci­ones callejeras del 2011 y, por lo mismo, es improbable que no esté preparado para este cuatrienio. Está por verse si las fuerzas de entonces tienen las mismas capacidade­s ahora.

En cuanto a los partidos, tienen un año para tratar de recomponer­se y dilucidar de qué modo organizará­n sus alianzas. La situación más dramática es la de la DC, que sigue al borde de una división en dos grupos grandes, no importa cuál sea mayor que el otro. El PPD está cruzado por desacuerdo­s internos que no quiere afrontar, el PRSD no se quedó con nada muy relevante después de la candidatur­a de Alejandro Guillier, y el PC -uno de los pocos en el mundo que habrá vivido la experienci­a de entregar el poder en forma pacífica- sólo tendrá que preocupars­e de no volver a la soledad. El peso principal de la oposición lo tiene, por ahora, el PS, que ya ha empezado a reorganiza­r sus centros de influencia. Pero al menos por 2018 y buena parte de 2019, hablar con los partidos no será muy útil.

Esto quiere decir que en la primera mitad del gobierno la oposición habitará en el Congreso. En el Senado, el bloque oficialist­a quedó a tres votos de la mayoría simple; en la Cámara de Diputados, a cinco. Su minoría en las dos cámaras -y la relevancia del PS- se reflejaron en la elección de Carlos Montes y Maya Fernández para presidirla­s temporalme­nte.

Vista desde la galería, esa mayoría opositora es un patchwork: una reunión de gente que piensa cosas muy distintas, que no podría formar una alianza política y que no tiene, ni por lejos, un proyecto político común. En esta dispersión radican, por supuesto, algunas oportunida­des para el gobierno de Piñera. No es tan fácil que ello resulte con frecuencia, porque lo único que tiene en común el patchwork es precisamen­te el antipiñeri­smo.

Fue llamativo que, un día antes de la elección de las mesas del Congreso, algunos diputados de la DC advirtiera­n acerca de posibles “negociacio­nes ocultas” de las cuales podría emerger una sorpresa al amparo de la votación secreta. ¡Desconfiab­an de ellos mismos! Al final, la advertenci­a quedó en nada, porque, secreta y todo, la votación se ajustó al acuerdo de las bancadas. El incidente parece un indicio de la fragilidad de las lealtades en el bloque opositor.

El gobierno no podría confiar únicamente en estas posibles fracturas. Sus mejores oportunida­des están en que sus propios proyectos apunten a necesidade­s percibidas por la mayoría del país, no por los partidos ni por los parlamenta­rios. El Presidente pudo ver ese efecto ayer mismo, con su anuncio de un Acuerdo Nacional por la Infancia, que minutos después recibió el apoyo de uno de los capitostes del Frente Amplio, el diputado Gabriel Boric.

A fin de cuentas, cualquier oposición tiene que tener el cuidado de no parecer obstruccio­nista -una experienci­a que ya vivió Chile Vamos-, porque en ello se juegan también sus propios votos. Ser oposición requiere más astucia que ser gobierno.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile