La Tercera

La historia de Picasso y su amante revive en una muestra de Londres

A 45 años de su muerte, la exposición 1932: Amor, fama y tragedia en la Tate Modern de Londres recupera el año en que Marie-Thérèse Walter, amante del artista, inspiró más de 100 de sus obras, la mayoría de connotació­n erótica.

- Por Francisca Gabler

Dicen que fue su año de las maravillas. El año más creativo del artista. El año en que no sólo pintó más de 100 óleos –muchos de ellos en un solo día-, sino que también experiment­ó como nunca con la escultura. Un año complejo, al fin, y cómo no: 1932 fue el momento en que la vida de Pablo Picasso (1881-1973) se dividió entre los bullicioso­s días de París junto a su mujer Olga Khokhlova, y la tranquilid­ad del campo, en un castillo a 70 kilómetros de la ciudad, junto a su amante Marie-Thérèse Walter. “Es para ti”, le había dicho cuando compró el inmueble, a la joven francesa 28 años menor que él. Lo mismo le dijo a su esposa ucraniana, aunque por razones obvias, nunca la llevó a conocerlo. 1932 podría ser calificado también como el año del secreto. El del romance, sin lugar a dudas.

Fue una obsesión. La conoció en enero de 1927 en las afueras de las galerías Lafayette de París: ella tenía 17, él 45. “Yo era una chica inocente. No sabía nada, ni de la vida ni de Picasso. Había ido a hacer unas compras y él me vio saliendo del metro. Simplement­e me agarró por el brazo y me dijo: ‘Soy Picasso. Tú y yo haremos grandes cosas juntos’”, relató Marie-Thérèse años después en el libro Picasso y las mujeres que lloran.

El artista comenzaba así a dejar atrás a su primera musa Olga, con quien tenía un hijo y estaba casado desde 1918. Los primeros años de matrimonio, Picasso la pintó de una forma más bien clásica, con un trazo realista y nada experiment­al. Luego, a medida que se fueron distancian­do, su pintura mutó a colores grises cada vez que la retrataba, al tiempo que volvía al cubismo y a pinceladas más anárquicas.

El cambio definitivo vino con Marie-Thérèse. Fue entonces que volvieron las líneas rectas y curvas en sus óleos, apareciero­n los pechos en dos dimensione­s y las formas fálicas se hicieron cada vez más recurrente­s en sus pinturas. Era evidente cómo la modelo lo influía, tanto que incluso llegó a firmar con sus iniciales una serie de bodegones.

Ya para 1932 las alusiones eróticas en su obra eran claras. De esa época es, por ejemplo, Mujer ante el espejo, donde se puede ver a la modelo contemplan­do su reflejo en una mezcla de colores y formas sin reserva; o el célebre cuadro El sueño, uno de los más cotizados de su obra pictórica –en 2013 un coleccioni­sta pagó $US 155 millones por él-, donde aparece la musa con su rostro partido en dos, sus pechos al descubiert­o, y sobre su falda sus manos entrelazad­as: una de ellas con seis dedos en un claro gesto de movimiento, que muchos han interpreta­do como una escena de masturbaci­ón.

Ambas pinturas son parte de la exposición 1932: Amor, fama y tragedia, realizada desde principios de este mes en la Tate Modern de Londres, en el aniversari­o 45 de la muerte del artista. Se trata de más de 100 pinturas, esculturas y bocetos, que exploran mes por mes, y a través de diez salas del recinto, su vida personal y artística. Una muestra sin precedente­s, coproducid­a por el Museo Picasso de París, que ha sido posible gracias a préstamos de coleccione­s públicas y privadas de todo el mundo, y que por sobre todo deja al descubiert­o a quien habría sido la musa más querida del artista: Marie-Thérèse Walter.

Las otras musas de Picasso

Con 51 años de edad, 1932 también fue la fecha en que Picasso decidió organizar su primera retrospect­iva. La muestra -que contó con 225 pinturas, siete esculturas y seis libros ilustrados- tuvo lugar en la galería parisina Georges Petit y logró consagrarl­o definitiva­mente entre los genios del arte.

No todo salió como quería: su esposa Olga visitó la exposición y entonces descubrió los numerosos desnudos de una mujer desconocid­a. La relación entre ambos a partir de ese momento se volvió cada vez más tensa y compleja hasta que la separación vino en 1934.

Un año después, Picasso y MarieThére­se tuvieron a María de la Concepción, su única hija. A ojos de todos, parecía que la pareja por fin se establecía, pero la Guerra Civil española desatada en 1936, traería nuevas sorpresas. Ese año el artista conoció a la fotógrafa franco-yugoslava Dora Maar, con quien pronto inició una nueva relación.

Como a sus anteriores mujeres, Picasso retrató a Maar decenas de veces. Era su nueva musa. Fue ella quien fotografió el proceso de creación del famoso Guernica, una de las obras de arte más importante­s del siglo XX, donde se puede distinguir entre los personajes tanto a Olga como a Marie-Thérèse. El fin del noviazgo llegó en 1943, cuando el pintor la sustituyó por la artista francesa Françoise Gilot, con quien tendría dos hijos y una relación de diez años.

Dora se sumió entonces en una profunda depresión que la llevó a internarse incluso en hospitales psiquiátri­cos con aplicación de electrosho­cks. No fue la única: Marie-Thérèse también sufría por la separación con el pintor, con quien siempre mantuvo una relación de amistad por su hija. Muchos comentaron que nunca había logrado recuperars­e. Así, al menos, lo dejó entrever en una entrevista dada en 1974, un año después de la muerte del artista, cuando le preguntaro­n qué le venía a la cabeza al escuchar el nombre de Picasso. “El secreto”, respondió. “Vivíamos en secreto y éramos felices”. Tres años después, la modelo se quitó la vida, muchos creen que todavía devastada por la ausencia del artista.

Las pinturas de Picasso quedarían como prueba del amor entre ambos. Aún cuando el artista rehízo su vida y volvió a casarse en 1961 con la francesa Jacqueline Roque, su última musa, las pinturas y retratos a Marie-Thérèse siempre destacaron por sobre sus otros cuadros: las formas y colores de su obra nunca volvieron a tener el mismo brillo ni intensidad que ese año determinan­te en la carrera del artista: 1932. ●

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► Mujer ante el espejo y El sueño de Pablo Picasso. Ambos óleos fueron pintados en 1932 y representa­n a la amante del artista Marie-Thérèse Walter.
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